En medio de esta peligrosa situación, él se distrajo, obsesionado con descubrir quién había traicionado a la organización y revelado sus planes. Esto debía ser la oportunidad perfecta para Diego, pero surgió un giro inesperado: la mujer armada.
Diego y su equipo se quedaron atónitos y dudaron unos segundos, sin saber si la mujer era enemiga o aliada.
La mujer entendió que el hombre malinterpretaba la situación, pero optó por no explicar nada y simplemente sonrió mientras lo observaba.
El hombre estaba furioso y, mostrando una mezcla de amenaza y temor, utilizó a Laura para presionar a la mujer:
—¿Tienes un arma? ¿Y qué? No te atrevas a matarme. Escucha, baja de mi auto ahora mismo, o la mato a ella.
Empujó la punta del cuchillo un poco más cerca del cuello de Laura, ya marcado por un hilo de sangre, lo que apretó el corazón de Diego y le hizo apretar los puños hasta que sus uñas casi se enterraron en su carne.
La mujer dentro del auto sonrió burlonamente, sin mover un músculo a pesar