Violeta regresó con Sebastián y él estaba en una llamada, Seraphyna parecía más tranquila, Violeta acarició sus cabellos dorados, y observó su gesto débil
—Yo nunca quise que esto pasara, Violeta.
—Claro que no, Seraphyna, Dios lo sabe también, pero debes saberlo, a veces, las personas tienen un destino forjado, y es inevitable cambiarlo, por desgracia, cuando la muerte llega, ya está escrita, es irremediable.
—¿Si alguna cosa hubiese sido diferente…?
Violeta tomó la mano de Seraphyna entre la suya, y eso le transmitió confianza
—Escúchame, nada puede ser diferente, no hay nada que se pueda cambiar, todo es como debe ser, pero todo va a pasar, algún día, el dolor será menos, mientras tanto, solo mantente fuerte, respira, y abraza lo que tienes a tu alrededor, es la única forma de resurgir.
Seraphyna sintió esperanza con sus palabras, y supo que Violeta era muy distinta a Milena, supo que Violeta era la mujer perfecta para hacer feliz a su papá.
Cuando Hugh llegó al antiguo depar