Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza.
«¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensó
Al día siguiente
Jorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.
Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.
«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»
Ella abrió los ojos, lo observó.
—¿Estás bien?
Él asintió.
—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.
El doctor apareció, comenzó a revisarlo.
—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.
—Ya estoy bien, doctor.
—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.
Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.
Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.
—Hijo, ¿cómo