Jackson sacó un caramelo de su bolsillo y lo lanzó contra las puertas de hierro. Luego parpadeó con sus inocentes ojos llenos de vida y se dirigió a la oficina del guardia. Lo llamó con una voz nítida.
"¡Señor!", gritó con una voz suave y llena de alegría infantil.
Un hombre de mediana edad salió de la oficina y le preguntó amistosamente: "¿Qué pasó, amigo?".
"Señor, el caramelo que me dio mi hermana se ha caído fuera". Jackson parpadeó con sus ojos claros y señaló con su adorable dedo las puertas de hierro. Luego miró a Lillian, quien caminaba lentamente hacia él. "Si pierdo el caramelo, mi hermana se pondrá triste. No quiero que se ponga triste. ¿Puedes ayudarme a recuperarlo, señor?".
El guardia no tenía ni idea de que este era el plan de Jackson.
Lógicamente, no sospechó nada de un niño tan inocente e ingenuo, así que consoló a Jackson: "Te ayudaré a recuperar el caramelo. Tu hermana no se enfadará contigo".
"Gracias, señor". Jackson agradeció adorablemente.
Vio como el guar