Mundo ficciónIniciar sesión
Mi biblioteca
  • PARTICIPA Y GANA Concurso
  • Português
  • Para autores
    Recompensas de autoresPara autores
  • Ranking
  • Navegar
    Todos
    Paranormal
    Ciencia Ficción
    urbano
    Hombre-lobo
    Clásico
    Suspenso
    Oriental
    Historia
    Otros tipos
    Romántica
    Fantasía
    Personajes Sobrenaturales
    Acción
    Realista
    Mística
    Chick Lit
    LGBT
    Guerra
    Adolescente
    Crimen
  • Inicio
Inicio Eso que llamamos casualidades
 Eso que llamamos casualidades

Eso que llamamos casualidadesES

Realista
Rodriguez L  En proceso
goodnovel16goodnovel
0.0
Reseñas insuficientes
20Capítulos
2.2Kleídos
Leer
Añadido
compartir: 
  • Copiar
Denunciar
Resumen
Índice

Sinopsis

bxgEmocionalCrecimientoDramaEstrella de rockprotagonista masculinoHE

Adrián Ramírez no cree en las casualidades. Con su mundo derrumbándose, rentas atrasadas y un corazón roto debido a su última relación fallida, piensa que alguna fuerza superior está en su contra. Sin embargo, la tarde en la que se encuentra con un bebé tirado en el basurero, Adrián se da cuenta de que la vida es mucho más que un juego de dados. A veces el destino nos empuja al fondo del océ, sin salvavidas, para enseñarnos a nadar.

Leer más
Eso que llamamos casualidades Novelas Online Descarga gratuita de PDF

Último capítulo

  • EPÍLOGO

    Mi hija cumplía diez años. Mientras la miraba correr por el jardín de nuestra nueva casa con sus amigos, pensé en lo rápido que pasa el tiempo. Me pareció ayer cuando la encontré llorando en medio de la basura y hoy, no obstante, ella cumplía diez.Pudiera decir muchas cosas estúpidas, incluso un chiste de mal gusto; un comentario gracioso quizá. Algo como: «Oh, qué macho soy. ¿Dónde están mis violines?», y mierda. No en ese momento, cuando mis ojos ardían tratando de contener las lágrimas producto de la felicidad.Yo lo tenía todo: familia, dinero, amigos y amor. ¿Qué puedo decir? Soy un hombre afortunado. La vida me dio grandes golpes, solo para recompensarme después. Ella es una sádica y yo masoquista, supongo, pero al final funcionó. Yo ya no estaba enojado y la vida..., bueno, había dejado de s

  • CAPÍTULO 17

    Yo iba a casarme. Posiblemente esto pareciera la gran cosa, dada las circunstancias: Karina y yo llevábamos viviendo juntos algún tiempo y además le había pedido matrimonio. Ella aceptó, por lo que era lógico pensar que sucedería tarde o temprano, ¿verdad? Es decir, no íbamos a estar comprometidos hasta hacernos viejos. Yo iba a casarme, gran cosa. Pero déjame ponerlo en perspectiva: yo-iba-a-jodidamente-casarme... hoy. Y estaba nervioso, tanto que mis manos temblaban mientras me vestía frente al espejo, junto a mis amigos.Aún estando a punto de suceder, continuaba pareciéndome irreal.Hacía poco más de ocho años, yo era un perdedor inmundo: ahogándome en mi propia miseria, solo y al borde del colapso. Un adicto sin futuro. Hoy, no obstante, tenía todo lo que siempre deseé: una familia, amor verdadero y personas que confiaban en mí

  • CAPÍTULO 16

    Florencia miró a Karina como evaluándola. En mi interior recé para que pasara la prueba. A mí me gustaba. Después de algunas citas y dos o tres noches de sexo —quizá cinco o seis—, la maestra me tenía a sus pies. Era simplemente maravillosa: dulce, divertida, inteligente y se moría por conocer a Daila. Pero yo sabía que esto no tomaría ningún rumbo si mi madre adoptiva no le aprobaba. Florencia tenía mejor criterio que yo en la mayoría de las cosas y era mi familia, dependía de ella en más de un sentido.Si mi madre decía que no, por mucho que me gustara, Karina pasaría al olvido.Florencia se hizo a un lado, sonriéndole, y Karina entró dudosa al apartamento donde nos esperaban Jonathan junto a Nayalí; Angelí y su esposo; Óscar y Daila. Síp, esta sería una gran reunión familia

  • CAPÍTULO 15

    Nunca debí haber escuchado a Jonathan, el hombre estaba loco y yo lo sabía; pero mi deseo de encontrar una madre para Daila, que también fuera mi novia, como que me ganó. Y no me fue nada bien. Terminé con citas realmente horribles: desde la testigo de Jehová que quería salvar mi alma no-inmortal del pecado hasta la fanática que solo quería tener un pequeño recuerdo de mí... en su interior. También conocí a la divertida, que solo pensaba en el fin de semana festivo; la amargada que me dejó bastante claro que no sería la madre de mi hija y sugirió entregársela a mi mamá Florencia porque, bueno, ella no soportaba a los «malditos engendros». La pervertida, que me propuso una relación abierta con ella y sus tres novios bisexuales; la mojigata que se desmayó al oír la palabra «coger»; una lesbiana reprimida y otra mujer

  • CAPÍTULO 14

    «Masturbador compulsivo busca novia». Entrecerré los ojos sobre Jonathan, quien no dejaba de reír. Desde que le conté sobre mi plan de buscar una madre para Daila, él no dejaba de molestarme con ello. Este era el quinto anuncio que publicaba en mi perfil público de Facebook sin que me diera cuenta. De quererlo, el hombre hubiera podido ser un ladrón profesional. Joder, tomaba mi teléfono y yo ni siquiera lo sentía. Eso era un poco aterrador.—Coño, deja la vaina —dije.—No. —Continuó riendo—. Vamos a buscarle una mamá a la princesa.Sí, por supuesto.—¿Vamos? Como que es mucha gente. Voy. —Gemí leyendo los comentarios en la publicación—. ¿Ves lo que haces? Ese poco e’ locas... Coño.Jonathan miró por encima de mi hombro y literalmente se dej&

  • CAPÍTULO 13

    «No debo meterme en la cama con el pelo mojado. Recito varias veces este mantra mientras intento una vez más controlarlo con el cepillo. Me desespero, pongo los ojos en blanco...».Oh, espera, esas definitivamente no eran mis líneas. Me confundí. Es solo que estuve leyendo un poco la noche anterior y supongo que la mierda terminó contagiándoseme.Mi error.Daila me había despertado saltando encima de mí. Como este día no tenía que ir a la escuela, la llevaría conmigo a la práctica con Dolor y Miseria. Mi banda, no era así como me estaba sintiendo, a pesar de que mi adorable pequeña pudo haberme roto una o dos costillas. Para nada.Ella amaba hacer esto, supongo que se debía al hecho de que podía ser algo como Hitler en miniatura con nosotros y se le daba bien mangonear. Otra posibilidad era que realmente le gustara el black metal,

  • CAPÍTULO 12

    Seis años despuésUn par de grandes ojos negros me miraban con intensidad. Fingí dormir, en serio lo intenté, ya sabes: párpados apretados, cuerpo inmóvil, ronquidos y etcétera. Como siempre, no funcionó. Sabía que tenía que dejar de hacer eso, era estúpido, pero me gustaba oír la risa traviesa de Daila por las mañanas mientras me hacía cosquillas.Saltando de rodillas sobre la cama, mi lado, ella comenzó a llamarme:—¡Papi, papi!Oh, jodida mierda, realmente amaba esto. Llevaba haciéndolo los últimos años y esperaba disfrutarlo muchos más. Cursi de nuevo, mi error, pero supongo que siempre he sido un poco más sensible de lo que debería. No importa.Continué con mi pequeño juego: simulando estar dormi

  • CAPÍTULO 11

    —Verga, marico, sí: la mataron.Óscar dejó la hoja de papel sobre la mesa y me miró con lástima. Antes, yo me hubiera burlado. ¿Ahora? Ahora no tenía ganas de hacerlo. No sintiéndome atrapado y miserable por mi pobre hija y su nombre de mierda.—¿Qué hacemos?Se encogió de hombros, negando. Esto no me gustaba. Tenía que haber algo, cualquier cosa, que pudiéramos hacer. No podía imaginar la vida de Daila llamándose «Wilneidyz». Simplemente... Oh, sería espantoso.—Nada. No le puedes cambiar el nombre si no es ofensivo, afecta su vida o algo así.Poniéndole los ojos en blanco, bufé.—Wil-nei-dyz —dije—. ¿Te acuerdas que ibas a llamarte Oskairbinson?Abriendo los ojos desmesuradamente, se ahogó con el café. Sí, a eso me referí

También te gustarán

  • Casada con el enemigo de mi padre
    Casada con el enemigo de mi padreRedrosess60.8K leídos
  • Herederos de la MAFYA
    Herederos de la MAFYARedrosess29.1K leídos
  • El juego de la venganza
    El juego de la venganzaNohemi Hernández 7.7K leídos
  • Lo Que Nos Está Prohibido
    Lo Que Nos Está ProhibidoS.PamelaT.Beltrán6.4K leídos
  • CASUALIDAD O CAUSALIDAD
    CASUALIDAD O CAUSALIDADJeanette A. Sanchez L. 5.9K leídos
  • Mi venganza
    Mi venganzaRedrosess5.4K leídos

Libros interesantes del mismo período

  • Una princesa en Apuros
  • La Calavera Roja
  • Ademas de la oscuridad
  • Inés
  • Una princesa en Apuros
  • La Calavera Roja
  • Ademas de la oscuridad
  • Inés
Comentarios Deje su reseña en la aplicación
No hay comentarios
20 chapters
Copyright
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
Título del libro: Eso que llamamos Casualidades.© 2018 por Lorena. R. Jeffers.Fotografías: Pixabay.Ilustración de portada: Lorena R. Jeffers.Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser adaptada, reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— sin la autorización previa por escrito de la autora.Primera edición: marzo, 2018. ***** Título del libro: Eso que llamamos Casualidades.© 2018 por Lorena. R. Jeffers.Fotografías: Pixabay.Ilustración de portada: Lorena R. Jeffers.Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser adaptada, reproducida, almacenada en algún sistema de recuperaci&
Leer más
INTRODUCCIÓN
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
—Coño, mami, ¡no! —Tan patético como podía serlo, me aferré a ella—. Te juro que...Gabriela se removió hasta soltarse y se giró de nuevo hacia mí. Sus pequeños ojos marrón oscuro me enfrentaron entrecerrándose. De haber sido inteligente, yo habría retrocedido. Pero, ah, mierda, la inteligencia y yo éramos enemigos entonces. Aún ahora, no obstante, va mejorando. Algo así.Como sea.Apuntó su larga, larguísima uña roja, decorada con piedrecitas brillantes y negó.—No. Me cansé. ¿Crees que me gusta vivir aquí, como una recojelatas[1] y todo eso? —Ni siquiera me dio tiempo de responder—. Pues, ¿qué crees, mijo? ¡No!—Pero Gabi, bebé, escúchame.—¡No!—Estoy lográndolo.P
Leer más
CAPÍTULO 1
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
La letra de Demons, de Avenged Sevenfold, se mezcló con mis sueños. De repente, ya no estaba haciéndole el amor a mi mujer, sino llorando por ella. Extraño, ¿verdad? A ciegas, moví el brazo hacia la cómoda y busqué hasta dar con mi teléfono. Quité la alarma y me encogí sobre mí mismo, como un feto, abrazándome las rodillas. «Cinco minutos», creo haber pensado. Y me dormí de nuevo.Pero ese día yo no tenía ni un jodido minuto extra, solo una importante entrevista de trabajo a la que no podía faltar.Desperté luego de media hora, sobresaltado y sudoroso. Aterrado como la mierda. Lo había olvidado. Oh, mi maravillosa entrevista, llegaría tarde. Salí de la cama tan rápido como pude y me lavé los dientes. Olvida la ducha, tendría que esperar. Me puse mi mejor traje: una camisa de botones
Leer más
CAPÍTULO 2
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
Resulta que no era nada fácil cuidar a un bebé, mucho menos a uno desnudo y hambriento. Déjame ponerlo de este modo: cuando subí al tren, con dirección a la casa de mi madre —¿Alguien dijo nunca «pisotear el orgullo»?—, yo lucía como la mierda y olía incluso peor. Bueno, yo no tanto, pero ella... Todos los ojos se fijaron en mí de inmediato, como si fuera algún terrorista salido de una de esas series extranjeras. Ya sabes: hombre malo sube al tren con un paquete, grita algo en una lengua que nadie entiende y pum, volamos en miles de pedacitos sangrientos. Encantador. Una mujer gorda y bajita arrugó la nariz y otra miró al bebé en mis brazos como si sintiera pena.Nervioso, me senté junto a un hombre de traje y corbata que se levantó como si yo tuviera la peste. Viéndome desde arriba, él hizo una mueca. Yo suspiré. Estab
Leer más
CAPÍTULO 3
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
Llegué al edificio en el que vivía a eso de las ocho de la noche. Cansado física y mentalmente, confundido y con un bebé que había vuelto a llorar tan pronto como bajé del elevador. Eso, además de que fue al baño... encima de mí. Oh, dulce Jesús, aquello era una cosa espantosa y olía incluso peor.Mi camisa quedó arruinada y yo necesitaba una ducha urgente.Corrí hacia la puerta, con las llaves en la boca y la niña pataleando en mis brazos. De haberlo visto, me habría reído; pero como se trataba de mí solo estaba esforzándome para no perder la poca paciencia que me quedaba. No me malinterpretes, es solo que pienso que a nadie le gusta apestar a mierda. Puedo equivocarme, sin embargo. No lo sé. Justo cuando metí la llave en la cerradura, la más chismosa de mis vecinas asomó la cabeza por la ventana y me miró com
Leer más
CAPÍTULO 4
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
Ser padre soltero apestaba. No me mal entiendas, es solo que yo no estaba acostumbrado a esto, es decir: levantarse a media noche para darle de comer a Daila, mecerla hasta que se quedara dormida; bañarla y cambiarle los pañales... Coño, hasta había empezado a cantarle esas mierdas para niños que, como por arte de magia, le calmaban. Síp, bueno ya me sabía todas las de Disney, tú solo di el nombre y yo la cantaré, los Pollitos y Alicia va en el coche. Esta última era mi favorita, bastante macabra para ser infantil; pero oye, la vida es una perra y mi niña tenía que saberlo. Este no era el problema, sin embargo, yo podía con ello. Soy un tipo rudo. Siendo sincero, lo que me volvía loco era no poder drogarme y que Daila no tuviera un botón de apagado.Las primeras semanas estuvieron bien, conseguí que una de mis vecinas me hiciera u
Leer más
CAPÍTULO 5
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
La camioneta se detuvo frente a un edificio enorme, pintado de azul y blanco. Inquieto, me removí mirando a Florencia. Ella me ofreció una de sus sonrisas amables mientras me apretaba la mano para animarme. Sí, bueno, yo lo necesitaba en este momento. Y también drogas, pero se supone que estaba ahí para curarme de mi adicción. O algo parecido. Esto no tiene cura, solo puede mantenerse controlado y requiere una enorme fuerza de voluntad. Toneladas enteras, además de amor, apoyo y comprensión. Todo lo que yo no tenía.O no tuve hasta ahora.Por un minuto, pensé es huir. Está bien, no un minuto: durante todo el camino y también la noche anterior; Florencia no lo permitió. Ella se mantuvo firme, recordándome por qué lo estaba haciendo: Daila. Ella merecía mucho más que un padre adicto, incapaz de cuidarla, y yo ciertamente podía llegar a se
Leer más
CAPÍTULO 6
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
El Centro de Rehabilitación era el infierno. Por un lado, me gustaba, es decir: tener cuatro comidas diarias, actividades recreativas y etcétera; pero por el otro... No podía drogarme y odiaba con toda mi alma las malditas terapias en grupo. Eran espantosas. Déjame ponerlo en contexto: tenía que ir al salón lleno de desconocidos, sentarme en un círculo y contar mis problemas. Todos. Cada uno de ellos. Desde «oh, soy un niño abandonado por su padre y al que su madre odia» hasta «me masturbo cinco veces al día, ¿qué tal?». Algo así. Puede que infantil, un poco estúpido o caprichoso, pero yo realmente no estaba preparado para abrirme con nadie. No me gustaba la sensación de vulnerabilidad que me producía y tampoco las miradas que solía recibir.Oh, bueno, perdóname. Solo creo que la lástima es un poco-mucho-muy molesta. Sabí
Leer más
CAPÍTULO 7
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
Las últimas dos semanas estuve deprimido. No era tristeza ni una crisis por abstinencia; sino completa y absoluta depresión causada por las terapias grupales y las preguntas de Griselda. No sé en qué momento decidí abrirme tanto con ella y el grupo de persona que en ese instante consideraba mis amigos, pero lo hice. Y dolió. En un segundo estábamos tonteando y burlándonos de Javier y al otro... yo estaba llorando como un niño, contando mis secretos más oscuros y dolorosos. Repitiendo el horror de mi infancia y adolescencia.Resulta que mi disparador principal era el dolor. ¿Quién iba a decirlo? Aunque tenía cierta lógica: bebía y me drogaba para dejar de sentirlo. Lo único que deseaba era dejar de pensar, de recordar cada maldita cosa, y sobre todo alejar la tristeza. También descubrí que llenaba mis vacíos con sexo y pornografía y que me
Leer más
CAPÍTULO 8
Eso que llamamos casualidades/Rodriguez L
Me miré al espejo incrédulo. La persona en el cristal se parecía y al mismo tiempo era tan distinta a mí que me inquietaba. Pero los tatuajes no mentían, este era yo: Adrián Ramírez. Mi cabello había comenzado a crecer nuevamente, ya me llegaba hasta las clavículas, y había subido de peso. Cinco o diez kilos, quizá. No lo sé. Y honestamente, nunca antes me había fijado en lo delgado que me encontraba cuando llegué al Centro de Rehabilitación. Yo creí estar bien, en perfectas condiciones; sin embargo, el verme sin ojeras, ninguna vena sobresaliente ni ese color cenizoso en la piel, me hizo darme cuenta del peligro que corrí en el pasado. De no ser por Daila y la enorme casualidad de haberla encontrado en el basurero; de no ser por Flor y su apoyo, yo habría podido morir.Tomé aire, recogiéndome el cabello y exhalé suavemente. Estaba
Leer más
Leer más
  • Quiénes somos

    Sobre nosotrosTérminos de usoPolíticas de privacidad
  • Contacto

    ColaboraciónPalabras clave
  • Redes Sociales

    FacebookFacebook grupoinstagram