El peso de las consecuencias de esa equivocación estaba desgastando el alma del Alfa…

Cientos de años arrojados al infierno solo por ideas de este ser de oscuridad.

— ¡Por eso nos hiciste matarlas!— gritó levantándose a pesar del dolor, su cuerpo sangraba por cada una de las heridas, el poder de su lobo aquí no podía ser utilizado.

Enzo lo enfrentó cara a cara.

— No, les di un motivo para hacerlo, la decisión la tomaron ustedes, siempre tan petulantes, siempre creyéndose todopoderosos y así, con solo un rumor que corrió por el viento, sin un rostro, sin un dueño, sin alguien que los enfrentara para hacerse responsable de sus palabras, decidieron creer en simples rumores y acabar con los aliados más leales que habían tenido.

— Entonces ¿quién asesinó a los lobos que desaparecían?

— Tenía que ponerle un poco de realismo al rumor.- Declaró Enzo en tono petulante.

— ¿Y la maldición la inmortalidad que me tortura? — Cada palabra de ese brujo oscuro alimentaba el fuego que ardía dentro de M