Capítulo 116.
Después de haberse aprendido de memoria cada uno de los registros que estaban dibujados y escritos en los pergaminos, Malcolm hizo una fogata y quemó cada pedazo de piel.
— Nadie debería tener acceso a tanta información —dijo susurrándole las llamas que le recordaban aquella noche infernal.
Oleika asintió con la cabeza estando de acuerdo.
En ese momento Adaku quien observaba cada uno de los movimientos de los dos jóvenes se acercó.
— ¿Qué haremos ahora?— cuestionó indecisa.
El rostro decidido de Oleika se fijó en ella.
— Quiero ir a tu aquelarre Luna plateada— declaró sorprendiéndola.
— Sería un viaje largo— dice la anciana quien no está segura de poder llegar hasta el final— lleno de peligros no sé si sería buena idea arriesgarse.
— Escucha— dijo que Oleika ya decidida— no está a discusión, sé que tu manada se concentra en la sanación potencializada por las olas del mar, que pueden curar casi lo imposible.
Adaku asiente en silencio, sabiendo perfectamente qué era lo que quería decir