Eres mía, italiana
Eres mía, italiana
Por: Orla
Prólogo

Las Vegas

Nicki estaba tomando su séptimo trago, primero fue al casino y estuvo allí apostando un buen rato, era bastante buena en el póker y el truco, pero luego de jugar unas manos, se aburrió. Ese día era el aniversario de la muerte de André, estaría cumpliendo veintiséis años. Aún recordaba su sonrisa, su cariño, su sinceridad. Ella lo adoraba, era su mejor amigo y cuando este murió, una parte de ella también lo hizo. 

Por mucho tiempo, apenas comió y solo lloraba, pero luego, debido a la insistencia de sus tíos comenzó a vivir nuevamente o a intentar vivir, en todo caso. 

Ya se estaba sintiendo borracha, esos días eran en los que ella más recordaba todo y quería desaparecer. De hecho, lo hacía, casi siempre se emborrachaba hasta caer rendida y se alejaba de todos unos días y/o se la pasaba llorando en el cementerio.

Pero esta vez, tendría que conformarse con tomar hasta solo caer rendida en la cama. Por suerte el casino tenía hotel y ella se hospedaba allí. Deseaba con tantas fuerzas estar en Italia, pero sus tíos le pidieron por favor que viniera a ver a unos clientes a Las Vegas. Se había reunido con uno de ellos en la tarde, y este había aceptado los nuevos vinos y había solicitado más. Su familia era dueña de uno de los viñedos más importantes de Italia y lo distribuían por todo el mundo. La joven pidió otro trago y divisó que por las puertas entraba un hombre muy guapo. Este fue hasta la barra, pero en el lado contrario en el que ella estaba. Ella se le quedó viendo un buen rato, parecía pensativo y se arriesgó. Fue hasta donde estaba y se sentó junto a el.

—Hola…

—Hola— respondió el sujeto, aún mirando hacia delante.

—Soy Nicki… ¿estás bien? ¿Eres de aquí?

—Mmm… soy Dylan, solo estoy de paso ¿y tu? — dijo el mirándola y levantando una ceja, intrigado

—Tampoco, estoy aquí por… podría decirse que negocios…

—Negocios ¡eh! Yo también, en realidad, ya terminé lo que tenía que hacer, pero me daba pereza tomar un vuelo de nuevo a casa.

—Qué suerte tienes. Yo tengo que reunirme con un cliente mañana de noche. 

—Mmm…— la miró y le tocó el pelo, ambos sintieron esa corriente eléctrica que los atravesó. 

—¿Puedo sentarme contigo y tomamos juntos?— preguntó ella

—Claro, entonces… dime ¿que hace una chica tan bonita como tu, sola, un viernes por la noche?

—Yo (…)

Estuvieron charlando largo rato, de todo y nada a la vez. Nicki se mostraba mimosa con el, ya estaba bastante tomada y solo reía.

Dylan la miraba, disfrutando de la vista. Había llegado exhausto, pero contento por haber firmado un nuevo contrato. Su empresa estaba creciendo a pasos agigantados, y, tanto el como su socio y amigo Ryan, estaban de acuerdo con que debían expandirse a Europa. Cuando llegó al bar, lo hizo con una idea, tomar algo y luego ir arriba a su habitación a dormir un rato. Su vuelo saldría al amanecer y solo le iba a dar tiempo para dar una cabezadita y luego marcharse a su casa, a Chicago. Sin embargo, cuando esa mujer se le acercó, y luego de hablar unos instantes, se dio cuenta que sus planes podían fácilmente cambiarse. La chica se veía muy feliz, pero ida a la vez. Era raro, pero ella le generaba curiosidad y le daba ganas de querer conocerla mejor. En cierto momento, en el que ella se quedó callada, pudo ver tristeza en su rostro y, queriéndole animar, le dijo

—¡Ey!, quita esa cara. ¡Vamos! ¿qué quieres hacer? ¿quieres salir a caminar? La noche esta preciosa— apenas terminó de decir eso, se dio cuenta lo cursi que sonó. Bueno, esa noche se estaba comportando como un adolescente. Era obvio que el alcohol lo ablandaba.

—Mmm?—de repente su cara adquirió un leve sonrojo— oye ¿quieres casarte conmigo?

—¿Qué? ¿casarnos? Eso es muy drástico— resopló el, riendo, creyendo que era tan solo un chiste.

—¡Vamos! —se levantó ella—Será divertido. ¿Acaso eres un hombre aburriiiido, que siempre hace lo que debe y no se arriesga? — se mofó ella mirándolo con ojos chispeantes.

—¡Oye!— se quejó el— atacando mi vanidad, no lograrás nada.

—¡Vamos! Sabes bien que lo que sucede en Las Vegas, se queda en Las Vegas— dijo ella tirando de el y llevándolo hacia un pasillo a unos metros. 

Llegaron a un salón donde había unas cuantas parejas disfrazadas. En cierto instante cuando aún esperaban en la fila, Nicki comenzó a reírse y Dylan la miró extrañado

—¿Qué sucede?

—Es que…— unas carajadas salieron de ella— es que… mira allí— señaló hacia una pareja que estaban haciéndose cariñitos— esa pareja es un aguacate ¡un aguacate! ¿Entiendes? Cada uno es una mitad. Al hombre le queda genial el carozo, tiene tanta barriga. Son tan graciosos ¿no te parece?

—Lo que creo es que estas demasiado borracha— dijo el queriendo sacarle de la fila.

—¡Claro que no!— levantó dos dedos y le dijo— mira, aquí tengo… dos… si, dos dedos.

Minutos después, les llegó el turno a ellos, ella dio sus datos, los que alcanzó al balbucear en todo caso y el hizo lo mismo, sabiendo que se iba a arrepentir luego.

Algunas firmas después, ya eran marido y mujer. Nicki se reía sin parar, y se preguntaba y respondía cosas tontas que le despertaban más risas. Dylan rebuscó en su cartera la llave de su habitación y la hizo entrar casi a rastras, ya que ella estaba pegada a el y casi no lo dejaba caminar. Una vez allí, ella fue directo a la cama.

—Mi habitación es una suite ¿no te gusta? A mi me encanta, tiene resortes ¡mira!— se paró encima y comenzó a saltar una y otra vez como niña pequeña.

—¡Ya para! ¡te vas a caer!— la retó el, preocupado— aunque lo niegues, se te subió a la cabeza el alcohol y si sigues así te darás en la crisma. —La sacó de la cama y la colocó sobre la cómoda. Cuando el la puso allí, ella le vomitó encima y lo miró avergonzada. El suspiró y le dijo— quédate aquí, me iré a cambiar al baño.

Dylan fue hasta el tocador, se quitó la camisa y la limpió como pudo. Salió y vio que Nicki dormía en el centro de la cama, acurrucada, abrazándose a si misma. La ubicó en una posición que le resultaría más cómoda y la tapó con cuidado para no despertarla. Aunque si se ponía a pensar, ni una estampida la despertaría. 

Casado… estaba casado… ¿cómo se dejó convencer? — pensaba Dylan— ve una cara bonita y hace lo que esta desea. Se quitó el pantalón y se situó a su lado, quedándose tan solo en bóxer. Mañana debería arreglar ese problema, no podía estar casado. El no era partidario del matrimonio, es más, se había jurado jamás cometer el error de casarse. Además, ni siquiera podía echarle la culpa al alcohol que había injerido porque el no había tomado lo suficiente como para emborracharse, al grado de perder el juicio y cometer una locura. 

En cambio, Nicki si, al otro día probablemente tendría un terrible dolor de cabeza. Tendrían que anular o divorciarse. El no permanecería casado bajo ninguna circunstancia. Era muy bonita y seguramente sería fogosa en la cama, el ansiaba desnudarla y hacerle el amor, hacerla explotar una y otra vez hasta que cansados cayera rendidos, pero no se ataría a nadie. Nunca.

Al otro día, Dylan despertó primero, vio que nada había sido un sueño, el anillo estaba puesto en su dedo al igual que en de la chica. Ella dormía plácidamente, su brillante pelo rubio extendido sobre la almohada. Estaban frente a frente, de costado, el inconscientemente, la tenía sujeta de la cintura. La miró un buen rato, ella parecía estar teniendo un mal sueño o se sentía mal porque tenía el ceño fruncido y apretaba las manos. El procedió a aflojarle los dedos y acariciarle la cara con ternura. Esa mujer era preciosa y el, aunque no lo admitiría en voz alta se divirtió mucho con ella. Nicki era graciosa y lanzaba de repente esas frases desconcertantes que le hacían pensar en qué tipo de vida tuvo. Siempre que el le hizo una pregunta muy personal, ella redireccionaba la conversación a algo en lo que se sentía cómoda. El lo dejó pasar ya que, como había decidido, se quedaría en Las Vegas a disfrutar de ella unos días, hasta que se acabara la chispa. Luego arreglarían el divorcio y si te he visto, no me acuerdo.

Deslizó su pulgar debajo de sus ojos, tenía ojeras. Ella reaccionó instintivamente y, aún dormida, agarró su mano y la puso debajo de su cabeza.

—No me dejes André— murmuró ella— por favor no me dejes, te quiero demasiado… por favor… por favor— siguió ella.

Dylan se salió de la cama enfurecido. El no sería plato de segunda mesa de nadie. El, pensando en quitarle la ropa y ella pensando en otro. ¿Un amante? ¿Novio?. Se sintió como un tonto, traicionado, le había preguntado si había un hombre en su vida y aunque ella le contestó que no, por experiencia sabía que las mujeres mentían a diestra y siniestra. Esta no era la excepción. No tendría sexo con una mujer que cuando estaba con el, pensaba en otro. 

Buscó su ropa y se la puso. Escudriñó la habitación y encontró su reloj. Revisó si no se olvidó de algo y miró nuevamente hacia la cama. Tendrían que arreglar su estado civil pronto. El no permanecería casado y menos con una mujer tan falsa. Le quitó la alianza que esta tenía y la colocó en su bolsillo, yendo hacia la puerta.

—Hasta pronto. Espero que te arrepientas de haberme conocido, tanto como lo hago yo— susurró el, para luego salir y cerrar la puerta con fuerza.

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