Cuando la sesión terminó, llevé a Sam a la ducha, nos bañamos juntos y volvimos con el resto. Todos estaban ya esperando. Situé a Sam en medio de la sala, tomé su rostro entre mis manos y la besé con dulzura.
—Eres absolutamente perfecta y no podría pedir mejor sumisa y mujer que tú. Tu entrega me hace enormemente feliz y estoy tan orgulloso de ti, pequeña… eres todo lo que un Dominante desea, y eres todo lo que este hombre ama. —Recogí la caja negra y se la ofrecí, ella la tomó con manos temblorosas y los ojos colmados de lágrimas.
—¿Amo? —preguntó confusa.
—Hemos recorrido un largo camino, Sam, pasamos duras pruebas juntos, y llegamos a conocernos a la perfección. ¿Confías en mí?
—Por supuesto, Amo —respondió sin ningún titubeo.
—¿Me