—¿Qué es lo que quieren? ¡Dejen ir a mi hija! — gritó Kaiza.
—Mira a quién tenemos aquí. Hasta que por fin volvemos a vernos—dijo Akira.—¿Cómo es que tú estás...?—¿Vivo?—Es imposible.—¿Estabas celebrando mi muerte, Kaiza? Eso es cruel de tu parte.—¡Maldito seas!—Hay un dicho muy famoso: Mala hierba nunca muere. ¿Por qué estás molesto? Se supone que quien esté molesto sea yo, ¿No te parece?—Arreglemos esto como hombres— sugirió y Akira rio.—¿Así como nos mandaste a matar? No sabía que así se arreglaban los problemas como hombre, Kaiza.—Deja ir a mi hija.—¿Debería?