Entre el CEO y el mafioso
Entre el CEO y el mafioso
Por: Jannina Morales
1 Traición

 

Maru era la dama de honor principal, el día de la boda acompañó a Mariana en los preparativos. Después que ya se había puesto el vestido y los zapatos, solo faltaba el velo. 

Altagracia la madre de Mariana llegó a la habitación y sonrió al ver a su hija.

—¡Que linda estás hijita! —Extendió los brazos para abrazarla, Mariana más que abrazar a su madre se refugió en su pecho, Altagracia la oyó sollozar, se separó de ella y la observó.

—¿Hija por qué lloras? —Mariana intentó calmarse, Maru le dijo:

—Mariana ha estado muy nerviosa.

—Es normal —Le agarró las manos—. Yo también estuve muy nerviosa cuando me casé con tu padre, pero ya después se te pasará. —Mariana agachó el rostro y asentó.

—Bueno, voy abajo a acompañar a tu padre, está muy ansioso.

—Está bien mamá, dile a papá que bajo en cinco minutos.

Cuando quedaron solas Maru tomó el velo.

—Siéntate para acomodarte el velo. —Mariana se sentó en la silla de la cómoda, Maru agregó:

—Tienes que calmarte, ya llegaste hasta aquí, ya no hay marcha atrás.

—Deseo salir corriendo… quiero desaparecer.

—No puedes hacerle eso a Alejandro, sería una humillación para él que a última hora decidieras dejarlo plantado en el altar.

—Lo sé… pero es tan difícil, no sé cómo podré mentirle diciéndole  que este hijo que espero es suyo.

—Tienes que hacerlo, nunca nadie sabrá la verdad, para todos ese niño será de Alejandro.

Alejandro se quedó en la limusina esperando que llegara el momento de entrar a la iglesia, de pronto su celular repicó, observó la pantalla.

"José Ignacio" 

Sonrió y luego contestó.

—Jose Ignacio.

—¿Cómo estás Alejandro?

—Bien, ya vi que me estás llamando de tu casa en México.

—Si, lamento no haber podido asistir a tu boda.

—Yo lo lamento más, me has decepcionado, toda la vida creí que serías mi padrino.

José Ignacio había perdido la paz desde esa noche que había traicionado a su amigo acostándose con su novia, pero también lo atormentaba no poder estar con ella, la pensaba día y noche, estaba locamente enamorado de Mariana. No la había buscado porque intentaba respetar su decisión de quedarse con Alejandro, además no deseaba hacerle daño a su amigo.

Aún estaban el teléfono cuando el padrino de Alejandro llegó y tocó el cristal de la ventanilla; Alejandro abrió.

—Ya está todo listo, debes entrar a la iglesia. —Alejandro le dijo a José Ignacio.

—Ya tengo que irme.

—Está bien.

—Hablamos luego.

—Sí… Alejandro.

—Dime. —José Ignacio deseó decirle la verdad en ese momento, apretó los labios y se contuvo.

—Haz feliz a Mariana.

—Eso haré, sabes que es mi reina, la adoro con toda mi alma.

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