CAPÍTULO TREINTA Y TRES
Abro los ojos. Miro al techo mientras me paso las manos por todo el rostro y bostezo. Estoy en casa de Elliott. En su cama, junto a él. Sonrío. Está tumbado a mi lado, profundamente dormido.
Bajo las escaleras, mi madre y Michael están en la cocina, charlando y desayunando. Se les ve muy felices.
Me quedé pensativa, no quería estropearles su momento romántico, unos brazos me agarran fuertemente y siento un beso en mi cuello.
— Buenos días, ¿has dormido bien? — Pregunta Elliott.
— Sí. Gracias. — Sonreí tímidamente. — ¿Y tú?
— Mejor imposible. — Me abraza. — ¿Quieres desayunar con ellos o prefieres ir a algún lugar tranquilo donde podamos hablar?
— ¿Hablar de qué? —