—Vamos rusalka… eso cualquiera lo hace— su aliento chocando contra mi oído me enchina la piel y me hace temblar.
—Apuesto a que no— bajo mi brazo intentando darle un codazo en las costillas, pero brinca hacia atrás evitándolo.
Doy media vuelta y empiezo a lanzar patadas altas, girando una y otra vez, se vuelve un baile para mí, cuando baja mi pierna y mi pie por fin toca el suelo giro sobre la punta y me apoyo para levantar la otra pierna y lanzar la patada, así sigo repetidas veces mientras él simplemente esquiva cada golpe hasta que de repente logra alcanzar una de mis piernas y la atrapa entre su torso y su brazo.
—Las rusalkas dependen mucho de sus piernas, rómpele una y logras incapacitarlas— cuando dice eso abro mis ojos de par en par, no lo creo capaz de romperme una pierna o ¿sí?
Le lanzo un golpe buscando que me suelte, pero con su otra mano