Cuando llegue a casa mi madre tenía el rostro inundado de lágrimas.
—Mi amor, pensé que te había pasado algo... yo, yo —gimoteó—, me imaginé lo peor.
Me arrodille a su lado y la abrace. Le conté lo que había pasado. Nunca le he mentido a mi madre, excepto... Bueno, no es necesario recordarlo ahora. Ella no lo merece.
—Matilde, este será tu trabajo ahora. Durante estos tres meses, estarás junto a ella. Te pagare bien.
—Él... —titubeó.
—Estará fuera todo este tiempo, no te preocupes.