Despierto desorientada, abro los ojos y todo me da vueltas, los vuelco a cerrar para pasar el efecto de esta sensación tan incomoda. Me mantengo así por largo rato. No pienso, mi mente pareciera estar en blanco por unos minutos y más por la sensación tan desagradable del vértigo sin haberme puesto de pie. El malestar me obliga a no pensar sino buscar sentirme mejor para poder abandonar la cama e ir lo más rápido que pueda al sanitario.
Cuando estimo que me siento mejor, lentamente abro los ojos, y enfoco la vista, poco a poco giro la cabeza alrededor de la habitación donde me encuentro.
«Ya me ubiqué», pienso mientras procuro sentarme sobre el colchón de la cama. Al hacerlo y ver que no me sentí atolondrada, me fui arrastrando en la cama hasta llegar a la orilla.
En seguida los recuerdos del día anterior aparecieron en mi cabeza, dejándome la misma sensación de tristeza y desolación que estruja mi pecho al comprender mi situación.
Al mismo tiempo, siento aturdimiento por no encontrar