Capítulo 28

James

Miranda salta y salta por todo el lugar como si fuera la cosa más impresionante que ha visto, al menos hoy. Intento ignorar el alboroto que arma con cada cosa nueva que toca, sobre todo cuando la azafata me pide, o me ruega, que la saque de la cabina del piloto porque vamos a despegar. De regreso a nuestros asientos, tomamos a los niños y esperamos el ascenso.

Ya no vale la pena quejarse por lo infantil que resulta ser muchas veces. Quien diría que yo terminaría disfrutando de todo eso. Mi pequeña diosa chilla y salta, con sus pequeñas manitos regordetas hacia mi cara y pone su boca babosa en mi barbilla, mientras su hermanito no deja de saltar en las piernas de su madre, como si supiera que estamos iniciando una aventura. Será un niño intrépido e inteligente, lo sé.

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