Estaba enferma mentalmente, daba miedo y su lado humano cada día parecía desvanecerse con los rayos del sol.
Un olor perturbador llegó a mis fosas nasales haciendo que reaccionara, a paso lento pero seguro. Abrí los ojos poco a poco dejando que se acostumbraran a la luz y cuando por fin lo hicieron empecé a notar que todo a mi alrededor era de un color blanco, pulcro.
Algo en mi cabeza hizo clic y de inmediato capte en donde estaba, en el hospital.
Mire a todos lados en busca de alguien que pudiera darme información de lo ocurrido, pero solo me encontraba acompañaba de un paciente en coma y el constante sonido del tic toc del reloj en la pared.
—Buenos días, florecita.
Mamá entro a la habitación con los ojos hinchados y un evidente cansancio. Caminando lento y bostezando, espere a que tomara asiento a un lado de la cama en la silla y se diera el tiempo necesario para decirme en qué carajo estaba metida.
—Ángel está... —dejó las palabras al aire, recordé todo lo sucedido de inmediato c