¡Ya estaba decidido a humillarse completamente, pero tenía la intención de acicalar a su esposa!
—Entra —dijo Brayan finalmente.
Mariana y Walter lo siguieron, y Yesenia estaba arrodillada al lado del anciano, decorando las luces con él.
Walter dejó los regalos que llevaba y preguntó: —¿Necesito ayuda?
—Es Walter. Entra y calienta un poco —Sonrió Sancho sin decir nada más.
Mariana asintió, indicando a Walter que entrara primero.
Brayan y Yesenia se quedaron afuera decorando la casa. Mariana, Walter y Sancho entraron a la casa.
En el salón, Lorena estaba comiendo un aperitivo y viendo la televisión. Al ver a Walter, no mostró ninguna emoción en su rostro. Mariana miró a su abuela con cuidado.
—Abuelo, traje un poco de buen té —dijo Walter, colocando una caja roja y elegante en la mesita.
—Ven como seas, no necesitas traer regalos; ya trajiste muchos la última vez —dijo el anciano con una sonrisa.
Los regalos de la última vez no parecían muy llamativos, pero luego, cuando los abrieron, r