~Nunca me había sentido tan mal en toda mi vida.
Pero para mí supuesta 'familia', yo siempre había sido la mala con Ava. La que la molestaba, la que le rompía sus cosas, la que le decía cosas feas. Y sí, hice todo eso. Ya antes había roto algunas cosas suyas, pero eran cosas que se podían reemplazar, como por ejemplo la basura que tiré hoy por la ventana. Y casi siempre fue porque ella rompía mis cosas primero, o las rompía y luego me echaba la culpa.
Pero nunca había roto algo tan importante para alguien. Y mucho menos algo tan especial para Ava. Tal vez por eso me sentía como si estuviera sentada sobre una cama de clavos.
Ava llevaba rato llorando —o fingiendo llorar— allá, junto a su cuarto, mientras Alfred lo limpiaba. Yo estaba sentada en la mesa, sola, esperando a que ese llanto falso se volviera real.
Con el tiempo, me había vuelto buena para notar la diferencia entre sus lágrimas reales y las de mentira, cuando era de verdad, se le tapaba la nariz. Así que eso quería decir que