Capítulo 28.

Capítulo 28.

Ahmed no soporta la tensión entre ambos; la actitud de Amira es fuerte, ambos con carácter indomable; los dos son tan orgullosos que apenas pueden sobrellevar la tensión sexual que crece en ambos. Amira no se lo pone fácil, come fresas de una manera tan sensual y sin igual que lo hace pasar saliva. Ahmed sabe lo que intenta hacer y trata de ignorarla, no piensa caer en los juegos de su esposa; sin embargo, no puede evitar sentir la presión. Comen en silencio y, en cuanto ambos terminan, Amira se levanta para retirarse.

—Permiso. —Dice haciéndole una reverencia que permite notar el vaivén de su pecho ante su respiración. —Buenas noches, mi señor.

Ahmed la mira, recorriendo su figura con su mirada, el deseo de cualquier hombre, pero solo es suya, aunque no pueda tocarla.

—Buenas noches, Amira.

Amira termina con su reverencia y se da vuelta, retirándose de aquel momento intenso entre los dos; no lo tiene como quiere, pero no piensa rendirse; esto apenas comienza. Ahmed
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