Aquellas palabras susurradas en su oído la tomaron por sorpresa. Todos los vellos de su cuerpo se erizaron al instante y como por arte de magia sus lágrimas se secaron al instante. Abby mantuvo la postura ya que aún existía la multitud del personal de la empresa a su alrededor. Pero, para ella y la humedad entre sus piernas le era imposible mantenerse cuerda en esos momentos, la voz de Eros era tan atrayente que tan solo con un susurro se mojaba rápidamente. Tenía serios conflictos con sus hormonas y los hombres guapos.
—¡Que aburrida eres! Y yo esperando que si soltaras aunque sea una sola lagrima—La rubia mira a su jefe por el borde de su hombro vislumbrando una sonrisa satírica en sus labios lo que la saturado de ira.
—Eres un idiota—Farfulla muy bajo de modo que nadie pudiera oírla.
Se da la vuelta para regresar a su oficina, pero a mitad de camino decide