03.- —¿Por qué no me lo dijiste?

Se quita uno de los guantes que trae puesto y es como ambos se estrechan las manos, ver a esa preciosa pelirroja que aún no cree que sea ella, pero que el señor Rolando afirmo respondiendo unas sencillas preguntas que hace un vecino, cuando le extraña ver movimiento en la casa vecina y ahora tenerla de frente, en pijama.

—Me llamo Olivia.

—Alejandro.

—Un gusto, tienes mucho tiempo viviendo en Leima.

—Desde niño y ¿Tú? Olivia.

—Estoy de visita.

Continuaban hablando un poco sobre Leima y sus lugares para conocer.

—Alejandro, ya me voy, regreso al rato.

—Miguel ven a saludar a nuestra vecina Olivia.

Es como ella ve al chico de antejos que vio ayer desde la ventana, sí que estaba alto, de ojos oscuros, cabello marrón rebelde, enseguida saludo a Olivia.

—Hola Olivia soy Miguel.

—Hola Miguel.

Ver a los dos ahí juntos, no evito que ella preguntara:

—Son ¿Hermanos?

—No, somos amigos Olivia, debo irme no quiero llegar tarde a la universidad, es un gusto, nos vemos. —dice Miguel al irse.

—No eres la primera que nos lo dice. —comenta Alejandro.

—Buenos días.

Los dos voltean y ven que es el señor Rolando.

—Buenos días. —saludan al unísono ambos.

—Bueno, debo irme, un gusto conocerte Alejandro. —le dice Olivia.

—Igual para mí, te veré después. —contesta Alejandro.

Ella asiente y la ve irse, él decide entrar a su casa dejando los guantes, Alejandro se encuentra llamando a su madre, está sonando el teléfono, ella no contesta para nada al enviar a buzón de voz que solo cuelga al decidir en hacerlo más tarde, deja su móvil en la cómoda, sube al segundo piso yendo a su habitación, se desnuda, ya hay entra al baño para darse una ducha.

Gusta alejar su celular de él por cualquier distracción, al ser que cuando trabajaba y se convirtió en una persona obsesionada de tener cualquier aparato electrónico como su teléfono, que siempre interrumpía las horas en cualquier momento, y provocaba en él un nerviosismo, estrés y obsesión al obtener algo de fama, se diría la cual no pudo resistir ni equilibrar a su beneficio.

Borra cualquier pensamiento de eso, pensando en Olivia, tanto tiempo sin haberla visto, aún recuerda la promesa que ha sido cumplida por amor, lo que le extraña es que ella no lo reconociera de quien es él, termina de bañarse, sale y se viste deprisa, al ser que debe ir a la tienda de abarrotes, sale de la casa y sube en su automóvil.

Olivia iba en su camioneta manejando, después de hablar con el señor Rolando quien se quedó trabajando en el jardín, ella se dirigía a varias tiendas, papelerías y demás que decidió ir a ver y comprar cosas, sabía que sería rápido, solamente se estaciono y entro a la primera papelería que llamo su atención.

Olivia nota que la señora la mira con mucha confianza, algo que ella ignora, continúa comprando algunas cosas de la tienda de abarrotes, donde hace unos momentos entro y se encuentra hay aún.

—Nunca olvido una cara, aunque la tuya no ha cambiado, aun reconozco a la niña Baquero.

—Lo siento, no la recuerdo.

—No lo sientas, eras muy chica, pero conocí a tus padres, siento mucho lo que les sucedió, mi nombre es Mónica.

Olivia mira a la señora de ojos negros, con esa sonrisa que muestra felicidad y en eso a su memoria viene un recuerdo corto.

—Usted, era quien siempre venía con su carrito de yogur.

La señora Mónica asiente.

—¿Cómo está usted? —pregunta ella.

—Bien hija.

—Me alegra.

—Cuanto te quedaras.

—Por algunos días, bueno debo irme.

—Claro, espero hayas ya visto a tu primo.

—Si ya, adiós señora Mónica.

Solo respondió al irse de esa tienda preguntarse a que primo se refería, al ser que el hijo de tía Carolina trabaja en la ciudad, ella solo subió a su camioneta y se fue a casa, sin tomar mucho interés a ese tema.

Alejandro aún se encontraba en la tienda atendiendo a las personas, mientras conversaba con uno y otro, en eso la señora Mónica de cabello corto oscuro no muy alta, pero algo gordita le dice a él:

—No sabía que tu prima había venido.

—Mi ¿Prima? —responde enseguida, porque realmente le sorprendió que se lo dijera.

—Si Alejandro, tu prima, no me vengas que por haber cambiado tus apellidos creas que ella ya no lo es, ella seguirá siendo tu prima y hace poco vino.

—No sabía que había venido, sé que es mi prima Mónica, pero ella solo viene de paso.

Iban a continuar hablando, cuando algunos más clientes entraron a la tienda.

Ya en casa, Olivia se encontraba ya en su trabajo hablando con su compañero, el señor Rolando, continuaba en el jardín, ella había ordenado un poco las cosas que compro, al ser que el día había comenzado sin ninguna novedad disfruta, pero Olivia, ya tenía planeado que hacer, después de trabajar bajaría al sótano que tenía la casa, pensando que algo hay debía a ver guardado.

—Señorita Olivia.

—¿Si? Rolando. —le dice ella sin dejar de teclear.

—Ya terminé.

Olivia detiene lo que estaba haciendo, al decidir ir con Rolando hasta el jardín, donde ve que ha compuesto la manguera y algunas otras cosas.

—Gracias señor Rolando.

—Tiene mi teléfono para cualquier cosa.

—Claro gracias.

Ambos se despiden, al volver ella a la casa y quedándose sola, volvió a su laptop, guardando lo que había hecho y la cerró, decidió ir hasta el sótano donde ahora se encontraba, al ser que ya era tarde, encendió la luz al ver cajas empacadas y escritas, algunos muebles cubiertos de tela, comienza a buscar y checar.

Alejandro se encuentra de nuevo en casa, volviendo a llamar a su madre, quien vive en la ciudad, mientras espera a que ella le conteste tiene el altavoz encendido, al hacer otras cosas.

—Bueno.

—Mamá.

—Alejandro ¿Cómo estás? —pregunta su madre.

—Bien mamá, quiero saber algo.

—Si hijo, dime.

No quería decirlo tan directo, solo averiguar la verdad de ello.

—Has visto a mi tía Edith y a mi tío Jorge.

Nota que su madre tarda un poco en contestar, a lo que decide decir:

—Alejandro, hace unos días ellos murieron por un accidente.

—¿Murieron?

—Si hijo, Fernando y yo estuvimos presentes en la misa, no puedo pensar como este tu prima.

—Veras mamá, ella está en Leima.

—Cómo crees.

—Así es mamá.

—Ya la viste.

—Sí, parece que ella no se acuerda de mí.

—Debes entender, ella muy chica dejo Leima.

—Pero ¿Porque no me dijiste? mamá de que ella vendría.

—Hijo como yo lo iba a saber, desde que tus tíos se fueron de Leima perdimos contacto, hasta que hace ya algunos días Olivia me contacto para invitarnos a la ceremonia de sus padres.

Alejandro solo mueve la cabeza.

—Ok mamá.

—Ella ¿Cómo está?

—Bien mamá, no se la verdad, no la he visto mucho y no sé cuánto se quede en Leima.

Aunque su madre no comenta mucho, decide ella preguntar:

—¿Qué tal la tienda?

—Muy bien mamá, mañana temprano llega un pedido.

—Qué bueno hijo, quiero saber la verdad.

—De ¿Qué? mami.

—La otra vez te llamé a casa y Miguel contesto, pero me comento que te han llamado y visitado tu jefe como compañeros de trabajo.

Alejandro mueve la cabeza, era cierto, últimamente ha tenido llamadas de su jefe, amigo y compañeros de trabajo, diciendo que es hora de volver al trabajo, ha recibido visitas de amigos y personas importantes en casa buscándolo, para que él regrese al trabajo, algo que simplemente niega en volver y ellos solo deciden despedirse y volver a la ciudad, sin él.

—Si mamá, es cierto, pero no me siento listo para volver.

—Lo respeto hijo, pero lo sabes yo siempre te apoyare.

—Lo sé mamá, y te lo agradezca mami.

Continuaron hablando por algunas horas más, hasta que vio llegar a su amigo Miguel, ambos se saludan al mover los labios diciendo:

—Mi mamá.

Miguel solo asiente, al subir por las escaleras.

—Bueno mami, debo cortar, Miguel ya llego y vamos a comer.

—Claro hijo, salúdame a Miguel y por favor cuídate, y ten cuidado.

Al principio se sacó de onda con lo último que dijo su madre, mas no hizo caso y solo se despidió, colgando el teléfono, de ahí subió las escaleras para ir a la habitación de Miguel, quien se encuentra acostado a la cama.

—Hola.

—Hola Ale.

—¿Tienes hambre? —pregunta él.

—Si.

—Entonces ven a ayudarme.

Miguel arquea la ceja, al asentir, los dos se encuentran bajando las escaleras, yendo a la cocina van hablando de todo.

—Entonces piensas presentar examen.

—No, estoy exento.

—Felicidades Miguel.

—Gracias y que prepararas para comer.

—Prepararemos unas sabrosas albóndigas con espagueti.

—Está bien.

Ambos empiezan a preparar, no era la primera vez que lo hacían, desde que se conocieron hicieron una buena mancuerna, al ser que a él lo conoció cuando comenzó a trabajar de mesero del restaurante en el que Alejandro trabajaba de chef, y repostero.

—Entonces hablaste con tu mamá.

—Si un poco, me dijo sobre lo que le dijiste.

—Es tu mamá, debía saberlo, ya te decidiste.

Niega con la cabeza.

—Debo cuidar el jardín, y desde que murió mi padre y mi mamá volvió a casarse, yo quise encargarme de la tienda.

—Te has quedado en Leima por mucho, dejando de ser el chef y repostero famoso, si hacemos cuentas casi tienes cinco años aquí, ya estas viejo.

Medio sonríe Alejandro, al recordar que sí, su vida fue agobiante en la que debía él mismo salvarse de la mejor forma, volviendo a su hogar donde creció, algo que agradece demasiado a su madre.

—Me dices viejo.

Los dos se molestan por un rato en lo que comen, en eso Miguel dice:

—Y Olivia, es la prima que te gustaba.

Escuchar esas palabras, lo hace sentir tímido al solo pensarlo.

—Aja.

—Piensas irla a ver de nuevo, o ignoraras que ella este aquí.

—Tal vez, no lo sé, estaré ocupado en la tienda.

Miguel conoce bien a su amigo y sabe bien que eso es un pretexto.

—Porque no solo le preparas una deliciosa pasta, tú me contaste que de niños la pasta le encantaba.

—No lo sé.

—Llévale lo que sobra del espagueti.

Alejandro lo mira negando con la cabeza. En eso terminan de comer, levantan la mesa y miran algo de televisión, al ser que el día de mañana que era viernes, muy temprano debían despertar ambos.

—Javier, lleven esto a los estantes de arriba.  —ordena Alejandro.

Continúo trabajando en la tienda, esta vez Miguel por la mañana le comento que no llegaría a casa, al ser que sus amigos y él planearon ir al cine, esto lo hizo pensar en preparar aquella pasta de la que hablo su amigo.

Ahora se encuentra Alejandro frente a la puerta, ha tocado el timbre y escucha:

—¡Ya voy! —grita ella.

En eso la ve con un short y su sostén deportivo, ella se sorprende de verlo y que huela el aroma del espagueti con pequeñas albóndigas.

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