Tormenta-Capitulo 5

¿Cómo me mantendré seco

si constantemente en mí

hay muchas tormentas?

¿Cómo mantendré mis heridas

cerradas si constantemente

hay objetos filosos que me

caen encima?

Necesito la respuesta.

Al pasar la tarde en un lugar tan emblemático Alex sabía que tenía que regresar, los dos meses que se hospedó con Dagur ya habían sido suficiente como para poder volver a enfrentar sus demonios de la soledad. Esa tarde Dagur fue a dejarlo hacia al acantilado donde él vivía. Cuando bajo de la camioneta, Dagur sentiría la soledad que no le gustaba vivir pero más sin embargo no tenía otra opción.

—¿Estas seguro de querer hacer esto?. Sino estás listo puedes regresar a casa conmigo pues sabes que ahí tu eres bienvenido—.

—Dagur tú sabes que contigo me siento seguro pero más sin embargo debo de hacer esto solo debo probarme a mí mismo que puedo estar solo. No quiero que mi felicidad dependa de alguien más si no de mí—.

—Yo sé y respeto tus decisiones pero puedes hacerlo de otra manera—.

—Esta es la única manera que se me ocurre para poder superar mis crueles traumas así que ven a verme en dos semanas—.

—Es mucho tiempo sin verte no me hagas esto por favor—.

—Estaremos bien tenemos que confiar—.

Dagur bajó del auto para correr a abrazarlo, aquel abrazo le hizo sentir seguridad en él mismo justo después de abrazarlo cuando parecía que terminaría el afecto Dagur besó en la boca a Alex demostrándole así su amor.

—Cuídate mucho por favor y no dudes que cualquier cosa que necesites puedes irme a ver a casa ya sabes donde es. No lo pienses dos veces para ir hacia mí si me necesitas—.

—Estaré bien necesito que confíes en mí en estos momentos más que nunca—.

—Lo haré—.

Después de despedirse aquella tarde los dos siguieron sus caminos separados pero a la vez juntos.

Alex se dirigió hacia el acantilado donde estaba su casa no fue ninguna sorpresa al observar que todo estaba como la había dejado antes de irse de ahí al entrar extendió las cortinas de todas las ventanas esa misma tarde. Tomó entre sus manos una escoba y un trapeador pues el piso estaba hecho m****a lleno de polvo toda la noche se mantuvo despierto limpiando los muebles, sacando la comida putrefacta del refrigerador, con un trapo de franela limpió todas las superficies de los muebles. Lavó todas las cobijas de las camas de los cuartos en el sótano, toda la noche le llevó limpiar pues en unas horas debía dejar aquella casa como si nunca la hubiesen abandonado. Al terminar de limpiar se recargó sobre una de las esquinas que estaba a un lado de la chimenea que yacía sin lumbre en esos momentos. Un retrato familiar estaba en la esquina de esta al ver esa foto algo en el interior de él le hacía sentir melancolía con un sentimiento de extrañeza. Subiendo las escaleras hacia el baño que estaba en el segundo piso se quitó toda la ropa sucia que cargaba en su cuerpo. Metiéndose desnudo en la regadera aquella ducha le hacía sentir relajación en todo su cuerpo después de tan duro trabajo. Al salir de aquella regadera antes de irse acostar tomó tan solo un vaso con agua de la cocina como cena, al acostarse lo único que tenía en mente antes de dormir eran las reconfortantes palabras que en la tarde le dijo Dagur. Le ilusionaba salir como todo un ganador ante el infierno que estaba por enfrentar él solo pues quería demostrarse así mismo su capacidad.

Por la mañana subió al ático para agarrar madera y unos cuantos clavos junto a un montón de herramientas que le pudieran ser útiles. El sándwich de su hermana que estaba en descomposición lo tomó entre sus manos tapándose los orificios de la nariz con sus dedos pues el olor era repugnante. Lo sacó al patio para convertirlo en composta para una planta que estaba en el jardín trasero. Cuando vio el jardín trasero de la casa se llevó una desagradable sorpresa pues aquel lugar era bastante irreconocible. El segundo día que pasó en casa después de varios meses de ausencia estuvo recogiendo el jardín trasero de su olvidada casa. Plantando pequeñas flores que crecerían hasta congelarse por el frio de los inviernos en aquellos lugares. Una llamada entrante estaba en el teléfono sobre la mesa de la cocina pero esta no fue respondida. Terminando de recoger el jardín trasero se dirigió hacia enfrente de la casa para dar una repasada a aquel lugar que por más que le metiera manos de gato no se veía una gran diferencia. Por la tarde cuando el sol todavía estaba en su máximo esplendor alumbrando todo alrededor se dirigió al mercado más cercano para comprar comida pues esa tarde estaba dispuesto a cocinar por primera vez en mucho tiempo. Compró carne con algunas especias para hacer un platillo exquisito pues aprendió a cocinar en casa de Dagur, al mirarlo tantas veces haciendo la comida a todas horas del día se le quedarían en la memoria aquellas recetas que eran tan exquisitas. Al cenar salió de casa para admirar la bella vista pues quería que el bello panorama fuera lo último que viera al ir a dormir.

A dos días de estar en casa de vuelta todo transcurría con normalidad al parecer estaba volviendo a retomar la rutina que solía tener. Un día agradable parecía ser en aquel hogar cuando de repente el timbre de la puerta sonó con toques estruendosos pues quien lo tocaba parecía tener prisa de verlo. Alex se levantó de la cama pues ni siquiera se levantó en el tiempo que transcurrió de esa mañana, cuando abrió la puerta era Dagur se notaba un tanto descuidado de su apariencia física no se había rasurado en varios días, no se cambió la ropa que traía puesta desde la despedida. Los dos se abrazaron con demasiado gozo pues aunque solo fueran dos días se sentía como si fuera más tiempo.

—Perdón por haberte fallado sé que no debí de haber venido así a tu casa en verdad perdón por ser tan débil ante una situación como esta—dijo Dagur agachando su mirada hacia el suelo pues sus lágrimas caían al piso más fácil de esa manera.

Alex tan solo levantó su mirada para darle un dulce beso en su frente.

—No tienes motivo para pedirme perdón fue egoísta de mi parte haberme alejado de esa manera de mi vida ya que literalmente vivimos juntos dos meses. Sin duda alguna no es culpa tuya extrañarme de esa manera pues yo también te extraño en el fondo sabía que uno de los dos iría a ver el otro en algún momento determinado—dijo Alex con una sonrisa en su rostro que deslumbraba compasión.

Se volvieron a abrazar con mucha calidez otorgándole el paso para que este entrara a casa pues estaba por llover.

En la arena del mar estaban un montón de herramientas tiradas; clavos, tornillos, martillos, taladros eléctricos y un montón más que le servirían a los dos para reconstruir un muelle derrumbado por una fuerte tormenta. Aquella tarde trabajaron duro los dos pues para Alex aquel muelle era muy significativo. Las viejas tablas se llevaban su infancia en un segundo ya no quedaba rastro alguno de toda la vieja estructura que conformaba aquella parte de su infancia. Cuando la noche llegó los dos se sentaron a la orilla del mar sobre la oscura arena para abrasarse contemplando un anochecer.

—No te lo pregunté cuando llegué y no sé qué tan prudente sea pero bueno te lo diré—.

—¿Qué me vas a preguntar?—.

—¿Qué es esa tela que cubre todo el techo de tu casa?—.

—Esa tela que hay en el techo de mi casa son de todos los vestidos de mi hermana yo los puse ahí pues tenía bastantes problemas de goteras en mi casa. No sé muy bien pero pararon aquellas gotas que caían hacia adentro—.

—¿Qué vas a hacer cuando tú hermana vuelva y ya no tenga vestidos para ponerse?—.

—Le diré a mamá que le compre nuevos—.

—No quiero sonar entrometido en tus decisiones pero vi que hay una llamada en tu teléfono de tu padre. ¿Por qué no le contestaste?—.

—Sinceramente no sé cómo vayan a tomar la noticia de que mi hermana se haya ido. No he hablado con ellos pues están muy ocupados con sus trabajos y sus vidas así que no creo que tengan tiempo para esto y lo que te digo no significa que mis padres no amen a mi hermana pero sus mentes están muy ocupadas—.

Los dos se despidieron al anochecer pues se llegó la hora de dormir para ambos, parecía que no se quedarían a dormir juntos. Alex se encamino hacia la colina cuesta arriba para ir a casa a dormir pero Dagur no estaba siguiendo sus pasos junto a él, cuando se percató volteó para atrás.

—¿Qué pasa no vendrás a dormir conmigo esta noche?—dijo Alex un tanto confundido y molesto.

—No—contestó Dagur seguro.

—Está bien descansa—dijo Alex siguiendo su camino.

Cada uno se dirigió hacia su casa pues el cansancio se había apoderado de sus cuerpos después de pasar una tarde completa reconstruyendo un camino de madera que atraviesa una pequeña parte del mar. Dedos astillados lavados en un lavamanos después de una extensa sesión de torpes golpes con un martillo sobre ellas. Dolían las manos cuando de la alacena sacó una caja de cereal con chocolate que sería su cena. Terminó de cenar para dirigirse a su cuarto pues sus pies parecían estar pisando sobre vidrios rotos. Ya acostado sobre su cómoda cama otra llamada entrante de su madre estaba en la pantalla de su teléfono sobre un mueble a un lado de su cama. No contestó aquella llamada pues aún no quería que sus padres supieron sobre lo ocurrido con su hermana. Las puertas de ambas habitaciones se encontraban abiertas ya no tenía un motivo para cerrarlas por las noches. Repentinamente una luz se encontraba en la habitación de Dulce, una luz tan misteriosa e intensa al mismo tiempo no pudo resistirse que era aquello que alumbraba la habitación de su olvidada hermana. Entrando en aquel abandonado lugar observó que aquella luz provenía de un faro a lo lejos.

La Luz de aquel faro que entraba por la ventana con cortinas expandidas recaía sobre el frasco de perlas que estaba en aquella habitación. Sobre el frasco parecían una constelación de estrellas pero entre todas una resaltaba mucho más de las otras pues parecía una pequeñas luna reflejando luz prestada. Un oso de peluche sobre la cama y un ave de color azul pintado en las puertas del closets llenos de polvo en sus cómodos lugares. Aquella habitación no fue limpiada por él pues mover las cosas que Dulce había dejado parecía ser una violación para él. Recostándose en aquella cama llena de polvo entre despierto y dormido empezó a sentir una extraña sensación en sus venas como si estuviesen metiendo ajugas en ellas. Con mucho dolor se levantó de aquella cama pues no supo que era lo que sintió, no supo que fue aquella sensación tan dolorosa. Devolviéndose a su cama la única manera en la que pudo conciliar el sueño fue mirando a aquella constelación adentro de un frasco de vidrio transparente. Cerró los ojos para volverlos abrir de nuevo en un lugar totalmente diferente en el que se había acostado. El lugar diferente en el que se encontraba después de abrir los ojos era el viejo muelle donde solía pasar sus tardes de infancia junto a sus hermanos. Aquel sueño que parecía más ser un recuerdo de su infancia suprimido en su interior fue un momento triste de su infancia. Soñó a sus dos hermanos en el muelle jugando con piedras arrojándolas hacia el agua. Mientras los hermanos se divertían a lo lejos observaba a Ela dándole pastillas a Dulce desde la ventana de su cuarto siempre miraba confundido pues sus padres nunca les contaron que era lo que pasaba con ella.

Despertó de aquel recuerdo disfrazado de sueño sus ojos volvieron abrirse en el lugar donde se quedó por la noche. Ese día el miedo de una recaída se intensificó pues lo que le costó tanto trabajo conseguir parecía irse con unos tan simple recuerdos que por su mente transcurrían. Sentado en la cama aún con pijama el timbre sonó temprano de nuevo por la mañana. Corrió hacia la puerta solo para confirmar que era Dagur el que estaba en la parada de la puerta con una bolsa de papel en su mano.

—Oh no debiste traer compras pues aquí hay de hecho lo sabes porque tú me llevaste al supermercado ayer en la mañana—dijo Alex apenado.

— ¡Shhh! calla traje esto para almorzar tenemos que estar bien alimentados si queremos terminar el día de hoy aquel muelle que es tan especial para ti—.

—Cierto ni siquiera me acordaba de terminar—.

—Lo bueno que aquí estoy para recordarte de cosas importantes—.

Al escuchar aquella frase Alex sintió ya haber escuchado aquella frase lo que lo hizo hacer una mirada de confusión que Dagur notó al instante pues este era demasiado expresivo con sus sentimientos.

—¿Qué pasa está todo bien?—preguntó Dagur preocupado tomando el hombro de Alex.

—Todo perfecto pero siento que ya he escuchado esa frase que me dijiste hace unos segundos—dijo Alex tomando su frente con sus dedos de la mano derecha.

—Tuviste un Deja Vu entonces—.

—No, esto no es un Deja Vu pues yo ya había escuchado esa frase pero en el pasado estoy seguro de ello—.

—¿Entonces qué crees que haya sido?—preguntó Dagur un tanto confundido.

—No sé qué haya sido pero no importa vamos a almorzar por favor—dijo Alex tratando de aparentar estar bien.

Terminaron de almorzar solo para después de unos momentos de reposar la comida que devoraron con gran hambre, dirigirse hacia el muelle cargando un montón de tablas en la espalda. El sol estaba en su punto más alto aunque el día durara un par de horas en aquella época donde se encontraban, aprovechaban al máximo el sol antes de caer las noches salvajes con climas despiadados. Consiguieron su objetivo terminar aquel muelle y aunque pareciera ser una tarea muy difícil para solo dos hombres estos fueron demasiados valientes al reconstruirlo. La camioneta de Dagur traía en la parte de atrás un bote milagroso que le había salvado la vida ya hace algunos meses. Cuando se percató de que Dagur estaba por irse este le invitó a ir a casa para descansar unos momentos de tanto trabajo pues aun no era noche.

—¿Cómo?  ¿Ya te vas?—dijo Alex sorprendido pues Dagur ni siquiera se despidió.

—Tengo que regresar a casa no ves que esta por llover afortunadamente no hace demasiado frio como para que caiga nevé—.

—Yo sé pero ¿Por qué no pasar la tarde conmigo después de tanto trabajo?—.

—Está bien iré adentro me adelantaré con la herramienta—.

—De acuerdo hazlo—dijo Alex con un plan en su mente.

Cada vez Dagur se veía más pequeño pues caminaba hacia la casa arriba del acantilado. Cuando este entró por la puerta, rápido Alex bajó el barco que estaba en un remolque atrancado en la parte trasera de la camioneta. Al quitar los nudos de las cuerdas que lo sujetaban lo dejó caer fuerte sobre la arena, subió corriendo hacia la casa para sacar el frasco de perlas del cuarto de Dulce. Entró por la puerta trasera así que Dagur no estaba por enterado cuando salió, las gotas de la lluvia ya estaban cayendo sobre aquella isla.

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