Fuimos a su auto que estaba estacionado a tres cuadras del sector, en una calle repleta de bares y restaurantes cerrados por culpa de la pandemia. Javo hablaba y hablaba. No lo estaba escuchando mucho porque me dolía la cabeza.
— ¿Que te parece mí idea, querido winner?— No te escuché nada. Me siento muy mal.
— Tranquilo, winner, que no pasa nada. ¿Te parece pagarme los cincuenta mil a cambio de un favorcillo que quiero que me hagas?
Sin dejar que le respondiera, Javo fue hasta el maletero del auto, desde dónde extrajo un instrumento de percusión. Comenzó a intentar sacarle sonido.
— Necesito aprender a tocar está cosa. ¿Tu me podrías enseñar? Tengo que estar listo de aquí al viernes.
— No tengo idea como tocar esa cosa.