CAPÍTULO XXXVII. LA ESTELA QUE LOS ENVOLVÍA
Anissa
El salón fue inundado por un espeso silencio, que, apenas, duró un instante. Después, fue reemplazado por murmullos que demostraban la confusión de las personas, la cual se convirtió en perplejidad cuando avancé, dejando atrás al grupo de señoritas que se encontraban alrededor mío, para caminar hacia la alfombra.
Entonces, el motivo de los murmullos cambió. El estupor se hizo presente cuando todos notaron que era de mí de quien Gael hablaba.
Nadie podía creer que una sirvienta sería la futura Reina de Steiggad.
Pero mi corazón latía tan fuerte, que eclipsaba a aquellas voces que no se atrevían a alzarse demasiado, pero que expresaban en susurros su descontento por l