La luz de la sala era suave. Solo había un reflector que iluminaba el presentador sobre el escenario. Marcos estaba escapando de forma sigilosa cuando una persona de repente salió de una de las filas y se topó con él.
—¡Ay! — gritó Rafael y se puso la mano sobre la cabeza dolorida. La otra persona no estaba mucho mejor y respiraba con dificultad en agonía. Justo cuando el director se estaba escapando, el hombre lo tomó de la mano y dijo con firmeza: —¿Por qué se va antes de que el espectáculo termine? —Yo…—Marcos levantó la mirada, y se encontró con Piero. Con la ayuda de la luz del escenario, Piero logró adivinar quién era, y dijo, señor Lagos, con sorpresa. —Señor Lagos, ¿está bien? Creí que era un estudiante que trataba de escaparse. Rafael hizo un gesto para callarlo y susurró: —Estoy bien. Por favor, continuó. Voy a hacer algo primero. —¿Se