En el hospital psiquiátrico, Hugo rodeó el edificio primero, quería asegurarse de que Horacio no hubiera enviado nada a nadie a seguirlo. Luego de confirmarlo, estacionó el auto en la puerta trasera y entró al hospital.
Ya estaba anocheciendo y el cielo había oscurecido. De vez en cuando se escuchaban en las salas algunos gemidos y aullidos fantasmagóricos. Era aterradora, como si fuera una casa embrujada, por ese motivo, la mayoría de las personas no visitaban ese lugar en ese horario.
A pesar de eso, Hugo arrastró los pies por los pasillos con una expresión diferente, como si los ruidos inquietantes no le afectaran.
Fue directo a la sala de Paola y empujó la puerta para entrar. En ese momento, la joven estaba acostada, todavía confundida, aunque ya se le había pasado la anestesia, por lo que tardó en mirar a la puerta. Al principio pensó que era la enfermera que venía a tomarle la temperatura, sin embargo, para su sorpresa, vio que era Mario. Lo miró fijamente al rostro lleno de