Las palmas de mis manos sudaban y mis pies no se detenían. Los tacones repicaban con cada paso que daba, iba de un extremo de la habitación al otro. Mi vestido blanco era estilo cóctel, me llegaba por encima de las rodillas; sencillo. La parte superior se podría decir que era la más detallada, no tenía mangas, solo una tirita de cada lado que hacía la ilusión de que ayudaba a sostener el vestido, el escote era pronunciado sin llegar a lo vulgar y las telas se cruzaban entre si.
Celebraríamos la boda en casa, solo nosotros, los testigos y los empleados. Ah, claro y el juez.
Tocaron la puerta de manera sutil, pero estaba tan nerviosa que fue suficiente para hacerme brincar.
―Adelante.
Enrique abrió la puerta, mas no pasó.
―Ya es la hora, señorita.
Avancé y tomé el brazo del mayor, é