Punto de Vista de Kaelen
—¿Podemos estar atentos a nuestra compañera ahora que vamos a salir?—gimoteó Hugo por quincuagésima vez esa mañana, su voz como la de un niño pequeño rogando por una galleta antes del desayuno—. ¡Estás perdiendo el tiempo! ¿Qué pasa si está justo aquí? ¿Justo debajo de nuestras narices?
—Hugo—murmuré en voz baja, dirigiéndome directamente al pasillo que conducía al salón de estar, que era la sala de estar principal en la casa de la manada.
—Vivimos en medio de un bosque. A menos que creas que está disfrazada de ardilla, necesitas calmarte.
Una compañera… algo que no me importaba mucho. No estaba listo para las responsabilidades que eso conllevaba. No me gustaba el compromiso. Por eso rechacé el puesto de Alfa.
Hugo resopló dramáticamente, el equivalente mental de tirarse en un sofá. —Eres tan cerrado de mente. Apuesto a que cuando finalmente la conozcamos, se preguntará por qué tardamos tanto. Por eso estás soltero.
—Gracias por la charla motivacional, D