Capítulo 137.
Gaynor Zuwen.
Escucho el sonido del agua al romper en la orilla, el tintineo suave de la sonaja que vuelve a sonar detrás de mí. El niño lanza una piedra que cae torpe, casi sobre su pie, y la madre suelta una risa breve, buscando otra le besa la sien.
Por un momento, no sé por qué, los observo.
Hay algo tan simple en esa escena que casi parece una provocación. Yo no nací para eso. No nací para reír ni para mirar a nadie con ternura, es justo lo contrario. Existo para que eso deje de ser posible. La tranquilidad de otros debe ser rota, si ese alguien tiene delitos que debo cobrar.
Me aparto del borde, ajustándome la manga, y miro hacia el horizonte donde el cielo comienza a teñirse de gris.
Es curioso cómo incluso el clima parece comportarse igual que uno cuando algo empieza a podrirse desde dentro. O aceptar que mi futuro ya está trazado por un cargo que me hará ser justo lo que soy y tengo hasta este punto, durante todo lo que me reste de vida.
—Deberíamos volver —digo finalmente