Capítulo 111.

Los ecos de gritos desgarrados se lograban escuchar, resonando en una oscilación dolorosa y perenne, golpes fuertes en las paredes parecían buscar derrumbar a las mismas, suplicas, estridentes suplicas se escuchaban romperse en el aire, sin recibir respuesta alguna más que la característica risa placentera de aquel que perpetra la infamia de la que más disfruta.

Dos, cuatro, seis, nueve, quince golpes seguidos se escucharon, golpes fuertes y ásperos, impactos bruscos y salvajes, tras estos se escuchaban gritos, que, tal vez por la desesperación que en estos había o, simplemente por la distancia que separaba a Adalia de la escena, no era posible el distinguir si se trataban de los gritos de un hombre o una mujer. Pero si era, horriblemente fácil, adivinar que el sufrimiento atormentaba a quien sea que fuere dueño de tales alaridos tan rotos en dolor.

Ella solo podía sentir como la sangre parec&

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