Sebastian me ofrece una tarjeta de presentación, es elegante y no se parece en nada a las mías, la suya está impresa en un papel fino y de alta calidad. Esta tarjeta de presentación grita que costó al menos tres dólares por unidad, porque sinceramente está bien hecha, al tacto es sedosa y la tinta es nítida y en ninguna parte se ve corrida. Suspiro, espero tener el dinero para poder tener una de esta calidad y no una en cartoncillo barato.
—¿Pasa algo?— niego inmediatamente, solo estaba siendo víctima de mis pensamientos.
—Nada, Sebastian, me voy a otro lado, pasa muy seguido últimamente. —Le dedico una sonrisa amistosa y él a mí una sonrisa desigual y sensual. Repentinamente el lugar está caluroso, hace bochorno y me siento incómoda.
—Creo que debería dejarte descansar, porque mi presencia te está