Jacob
Ava estaba tan feliz que no quise decirle sobre Leah, recién nos habíamos casado y merecíamos disfrutar de unos días libres de drama y preocupaciones. Y eso era justo lo que iba a hacer. Tendríamos una luna de miel como Dios manda. Llamé a Gabriel para cambiar nuestra reunión para el jueves y renté un jet privado que nos llevaría a St. John. Lo planeé todo luego del desayuno que le preparé a mi esposa, le había agarrado el gusto a cocinar y ella estaba encantada de tener un chef personal.
Subí a la habitación y le conté a Ava lo que había planificado, ella saltó a mis brazos y me atacó a besos haciéndome tambalear, esperaba que se sorprendiera, aunque no creí que tuviera esa reacción. No me estaba quejando,