04|¿Amiga nueva?*

La hora de deporte ha sido la más rara de mi vida y una en las que más desconcentrada he estado en el día, y eso que he visto a mi hermano y sus amigos ir en ropa interior por la pista para molestar a Donovan. Camino con la bandeja de mi almuerzo hasta llegar a una de las mesas vacías donde Sebas y yo solemos comer, apenas me planto en el asiento cuando una chica usa el asiento enfrente mío. Frunzo el ceño, viéndola algo extrañada.

Nunca he sido de las chicas que tienen muchas amigas, a decir verdad, toda la vida hemos sido Sebs y yo. El haberme criado entre chicos tampoco ayudó mucho. Si las chicas querían ser mis amigas, siempre era para llegar a mis hermanos, yo nunca les interesaba, solo era un medio y por ingenua ni siquiera me percataba de las señales, como, por ejemplo, que eran mayores que yo; aparte claro de todo lo que pasé y de mi reconstrucción personal. Por esa razón, mi único amigo ha sido Sebastian. Y me alegro de que no sienta más que fraternidad hacia ellos, de lo contrario estaría más sola que la soledad.

—Hola —saluda con mucho entusiasmo.

—¿H-hola? —mi confusión clara en mi rostro y voz. No recuerdo haberla visto antes, algo que es muy curioso.

Así como yo soy invisible para algunos, otros se me hacen indiferentes a mí, a pesar de ser muy observadora. La verdad es que nunca había visto a esta chica antes. Es delgada y de una estatura promedio, pero más alta que yo. Lleva puesta una camiseta larga junto con unos jeans ajustados y su cabello castaño cae a cada lado de su cara. Lo que más llama mi atención es su gran sonrisa dirigida nada más y nada menos que a mí, pero a la vez, la forma en que sus ojos profundos y café viajan por toda mi figura.

—¿Por qué tan solita? —pregunta antes de darle un bocado a la manzana en su mano derecha.

—En realidad, espero a mi amigo —respondo, alzando una ceja aun confundida de su repentina aparición.

Ella se encoge de hombros, terminando de tragar el bocado que tiene antes de apoyar ambos brazos en la mesa e inclinarse en mi dirección llena de esa seguridad que la rodea desde que la vi sentarse.

—Soy Becca —me da una sonrisa de oreja a oreja—. Siempre me has llamado la atención.

—¿Aaah? —entreabro los labios, mi confusión es más grande—. ¿A qué te refieres?

Jace y yo compartimos la misma curiosidad. Sin embargo, en este preciso momento, yo la llamaría duda, ganas de saber qué es lo que está pasando.  Nunca hablo con las chicas de mi escuela si no es por algún proyecto grupal y que una se acerque con esas palabras me parece extraño.

—¿Qué te digo? —se encoge de hombros, despreocupada—. Eres una chica linda, inteligente y, además, muy buena en los deportes. Es una mezcla muy poderosa, ¿sabes?

Mi boca se abre hasta casi tocar el suelo. ¿Cómo sabe lo de los deportes? En realidad, muy pocas personas lo saben y me tratan indiferente porque no saben mi apellido o simplemente creen que es algo sin importancia: una chica con un apellido repetido. En especial, porque al menos que me provoquen, yo no hago nada e intento no sobresalir y evitar a toda costa la mención de mi familia.

No me lo guardo y decido preguntar—: ¿Cómo sabes eso?

—No voy a mentir, tú me gustas —sentencia, sin una pizca de broma en ella. Mi ceño se frunce al máximo y mis manos caen inertes a cada lado de mi cuerpo, en sorpresa—. Seré sincera, soy lesbiana y tú me atraes mucho.

Realmente, no sé qué hacer o decir ahora. Los chicos no han parecido estar interesados en mí, por lo que mucho menos, una chica. ¿Qué se supone que se hace en estas situaciones? Supongo que Becca nota mi incomodidad en todo mi ser, pues su sonrisa crece aún más.  Además de eso, su forma directa de hablar me asombra, parece no tener ni un tapujo en la boca.

—Tranquila, Dylan —me da una sonrisa cálida—. Eres muy linda, pero sé que no soy lo que buscas y solo me gustaría ser tu amiga. Me conformo con eso.

Ladeo mi cabeza y lamo mis labios. —Apartando el hecho de que te me acabas de declarar —trato de sonreír para esparcir la incomodidad y alivianar mis nervios—, ¿por qué quisieras ser mi amiga? Ninguna chica jamás ha querido ser mi amiga, sino por mis hermanos y eso era antes de pasarme a Monroe.

—Exactamente por eso —señala con su dedo, su sonrisa es sincera—, toda tu vida has tenido “amigas” que solo buscan a tus hermanos, ¿no? O tus habilidades en las materias por lo que he visto. Pero yo soy distinta, vengo por ti… Y me refiero como persona, no tu cerebro.

Ni siquiera su risita cálida hace que salga de mi trance de confusión. Mis cejas llegan hasta el cielo y pestañeo repetidamente, vuelvo a lamer mis labios en la incomodidad que me está acompañado nuevamente, a eso agrégale que siento como mis mejillas arden por el sonrojo mientras intento ocultar una sonrisa por esas últimas palabras.

—Augh, no me malinterpretes —suspira Becca con diversión, moviendo sus manos sobre la mesa sin soltar la manzana—. Solo quiero ser tu amiga. No busco incomodarte ni nada, pero mis amigas se mudaron y he quedado sola. Y no lo tomes a mal, solo quiero una nueva amistad, la cual, estaría encantada que fuese contigo.

Tuerzo mis labios en una sonrisa. —Me encantaría que fuéramos amigas. Supongo —río un poco por la curiosa forma en que ha pasado todo y ella me sigue.

—Que quede claro, eh, no soy de las que le gusta ir de compras —reniega, dándole otra mordida a su manzana.

Lo pienso rápidamente, tal vez tener una nueva amiga no sería nada malo. No veo una razón por la que debería desconfiar de ella, aun cuando sabe de más sobre mí, no la veo con malas intenciones. Más porque se ve una persona directa y si tuviera un problema conmigo, vendría de frente para afrontarme.

Alzo mi mano para chocar cinco con ella, sintiéndome más relajada. —Nuestra primera cosa en común, amiga.

Unos segundos después, una silla se desliza en el suelo para ser mi mejor amigo el que se sienta a mi lado. Pone su bandeja con comida sobre la mesa y una enorme sonrisa se dibuja en su tierno rostro, una combinación de asombro y curiosidad.

Me da una mirada que se dirige a Becca. —¿Quién es la bella individua enfrente tuyo?

Una risa me invade. ¿Desde ya estás coqueteando con mi nueva amiga? Lo miro divertida y niego con la cabeza, antes que pueda decir nada, Becca toma la palabra primero.

—Lo siento, chico —una pequeña risa en ella también—, pero yo le voy al lado de las chicas.

Becca guiña un ojo en mi dirección, pero desvío mi vista hacia mi amigo. En su rostro se ve como sus esperanzas se esfuman con un puchero fingido mientras a la vez, en sus ojos se nota la diversión de lo que ella causa. Es lindo verlo actuar así con alguien que apenas conoce, es nuevo, pero refrescante ver cómo es él mismo.

—Tranquilo, amigo —Becca pone una mano sobre la de él—, una de mis primas de seguro querrá conocerte.

Él sonríe de lado, acomodándose. —Estoy dispuesto a conocer nuevas chicas.

—Claro que lo estás —le golpeo en el brazo derecho con diversión.

—Auch —se soba sin disimulo, exagerando todo con un tono de falsedad—. Si has practicado boxeo, por favor, no vuelvas a golpearme.

—Sabes que es inevitable, mi querido Sebs.

Seguimos con nuestro almuerzo y hablamos de temas triviales, en donde conocemos aún más a Becca. Es una gran chica, entró a este instituto hace unos dos años y parece tener un don para las matemáticas. También nos cuenta mejor sobre cómo sus mejores amigas se fueron de la ciudad hace unas semanas; una por el trabajo de su madre y la otra a causa de un inconveniente familiar en su ciudad natal, siendo eso su principal impulso para acercarse a mí. Además, resulta que también le llaman la atención temas como la igualdad de género.

—En serio detesto cuando tienen que hablar de esos temas —comenta con un poco de rabia, haciendo puño su mano—. Los maestros no saben nada del tema y pretenden que aprendamos así. Basura.

No paramos de hablar ni de reír. La verdad es que en solo treinta minutos hemos creado un lazo entre nosotros tres. Tenemos muchas cosas que nos diferencian, pero aun así estamos encontrando una forma de que dichas diferencias sean las que nos unan.

—Nos quedan cinco minutos para ir a nuestra clase —comenta Sebastian, chequeando la hora en su celular.

—Qué lástima que no compartimos muchas clases —dice la castaña con algo que parece ser un puchero.

—Si a “muchas” te refieres a una —habla Sebas a mi lado—, pues sí, qué lástima.

Resulta que una de las razones por las que nunca había reparado en su existencia es porque raramente hemos compartido clases en lo que ella lleva aquí.

—A veces eres un idiota —le saca la lengua a mi amigo, divertida, pero directa—. Acabas de arruinar el momento nostálgico.

Sebas hace una cara de ofendido y dolido a la vez, todo fingido, por lo que nos causa gracia, robándonos una sonrisa.

—Mejor vamos ya al pasillo —decido hablar antes que se monten los morritos entre ellos.

Acto seguido, nos levantamos, botamos la basura en su lugar y dejamos las bandejas donde corresponde, salimos de la cafetería y en el pasillo, apenas hemos dado unos pasos cuando mi celular vibra, anunciando un mensaje de Jason.

Jay-Jay :3

Enana, no olvides que yo paso por ti.

Yo: Pero ¿cómo olvidar que el más veloz me vendrá a recoger? De seguro ya estás afuera ;)

Él: Nop, pero ando cerca :/

Yo: Ya lo esperaba. Tranquilízate, ve a dar una vuelta y no me hagas esperar :D

Él: Nadie espera por mí, siempre soy el primero en llegar.

‹‹Todo un Connor con su arrogancia deportiva››, suspiro.

Me concentro escribiendo el mensaje de regreso, ignorando las voces de mis amigos a mi lado mientras doy pasos hacia al frente a ciegas, haciendo que vuelva a chocar por tercera vez en el día. Y para mi mayor desgracia, con él nuevamente.

—Creo que esto ya lo haces a propósito —su voz llena de picardía y la misma arrogancia que no se le despega.

Ruedo los ojos, dejando el mensaje a medias y guardando mi celular en el bolsillo trasero de mis jeans. —Si mis choques te dejaran a más de tres metros de mí, entonces sí.

—Qué ruda —exclama con diversión, viéndome de arriba abajo—. No te alteres, linda, esas arrugas en la frente no van contigo.

Mi ceño se frunce ante tal comentario. ¿Qué le pasa? En un solo día, pasar de ser ignorada por él a que haga ese tipo de comentarios parece una burla en mi cara. Además, su forma de llamar mi atención es la misma que utiliza con otras y ni siquiera se esfuerza por ocultarlo.

—Exactamente esa línea en medio de tus cejas —pasa su dedo en mi frente, acercándose a mí, pero abofeteo su mano.

—No me toques —digo con molestia, dando un paso atrás. A penas nos hemos hablado y ya va de lanzado.

Veo cómo se vuelve a acercar y se inclina hasta que sus labios están rozando mi oreja. Mi sistema nervioso se altera con su cercanía y el hecho de que mis amigos estén cerca no ayuda ni un poco, pues ambos tienen miradas sugestivas y sonrisas que intentan ocultar. Cierro los ojos, luchando contra mis impulsos y horribles pensamientos.

—Lo de hoy no se quedará así, nerd —susurra lentamente, haciendo énfasis en su última palabra.

Pongo mis manos en su pecho, un pecho muy bien definido, tengo que admitir, y lo empujo lejos de mi con éxito. Apenas da paso y medio lejos de mí, sonriendo con suficiencia.

—Créeme, Logan, no quieres saber nada sobre mí —le digo con determinación sin perder el contacto visual para que le quede claro.

—Eso ya lo veremos, nerd —habla con la misma determinación que yo y alargando esa estúpida palabra sin dejar la misma arrogante sonrisa.

Odio que me llamen así. ¿Por qué no le puede entrar en la cabeza que yo no soy nerd? Si solo supiera. Le doy una mirada de pocos amigos. Estoy a punto de insultarlo, pero una voz chillona no me lo permite.

—¡Logan! —la voz de Chloe Rivers no se confunde en la multitud.

La diva de la secundaria se acerca a nosotros con un traje al que apostaría es Chanel. Unos zapatos rojos de punta fina, con los cuales yo caería al suelo. Por el rabillo del ojo, puedo notar como le brillan los ojos a Becca cuando pasa enfrente de ella, casi se le cae la baba por la chica más rica del Instituto Monroe. Así que ella ya tiene ojos en alguien, interesting.

—Calma esas miradas, Becca —le digo en un murmuro con disimulo.

Ella simplemente me guiña el ojo y yo sonrío, negando con la cabeza y aferrándome a eso para volver a la calma.

Logui —ahogo una risa por el apodo a Harris—, me dejaste sola en la cafetería, creí que nos escaparíamos las últimas dos horas.

Lo veo, llena de diversión y doy un paso a su lado, dirigiéndome hacia mis amigos. Logan se rasca la parte de atrás de la nuca y se gira, dándole una mueca como sonrisa a Chloe.

—Lo siento, nena —su voz suena aplastada, al parecer ya no quiso jugar con su papel de playboy—, pero si falto a literatura me fallan la materia.

No me gusta ser el mal tercio, así que les doy una mirada a mis amigos de que la conversación ya no es para nosotros, empezando con el hecho que parecemos fantasmas para Chloe. Cuando nos estamos alejando, doy una mirada rápida hacia atrás y veo que Logan tiene la vista pegada en mí y sus ojos piden ayuda.

‹‹Ni lo pienses, niño bonito››. Me giro y le saco el dedo medio, sonriendo divertida sin importar que no me pueda ver.

Qué se las arregle él solito. Nadie lo obligo a andar de novio de la más diva de todas las divas aquí, ahora, le toca aguantarla.

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