Saco roto

El viernes por la noche Mateo pasó a buscar a Karina, en el auto, apenas entró, no podía dejar de besarla y saber que amanecería con ella le subía la líbido en un mil %.

-Estoy segura que mi madre nos está viendo detrás de la ventana.

-Perdón cielo, hace más de un año que te deseo y tengo ganas de comerte la boca, no me alcanza cada vez que te beso.

Arrancó su auto, se controló hasta que llegaron al ascensor del edificio.

Cuando estaban llegando a su piso, Mateo, como un adolescente apurado y travieso, trabó las puertas del ascensor.

-Cielo, me muero de ganas por vos.

Desde cualquier ángulo que mirase se encontraba con el cuerpo de Karina.

Le sacó la campera que traía puesta, no hacía frío, pero tampoco calor y la campera era liviana.

Le fue desabrochando los botones de la blusa, mientras la besaba con ahínco.

Se fue agachando hasta llegar a la altura de su falda y lentamente le sacó la tanguita y se la guardó en su bolsillo.

-Nos pueden ver o alguien puede llamar al ascensor.

-Tenés
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