CYDILER
Miro al chico a mí lado con asombro, al igual que todos los demás, y se notaba sumamente tenso allí sentado en la silla en medio de todos nosotros. Su vista estaba puesta en la madera, sus manos apretadas en puño y los músculos de su mandíbula se apretaban con tanta fuerza que me aterraba el pensar que podría rompérsela.
Era cierto, entonces; pero ¿Por qué nunca me lo dijo?
¿Por qué mantenerlo durante tanto tiempo oculto?
¿Cuándo lo supo? ¿Qué tanto sabe?
– Gail. – murmuré intentando tomar su mano.