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El Secreto del Alfa
El Secreto del Alfa
Por: Isabel Moz
Capítulo 1: Huellas Extrañas

Dejé las bolsas del supermercado encima de la única mesa que tenía dentro de mi pequeño apartamento, apenas la cargue con tres bolsas que ni siquiera estaban llenas cuando empezó a tambalearse a los lados montando un show como si fuera una balanza; gruñí fastidiada para quitar las bolsas y tirarlas en el sofá café que por si fuera poco lo que ya tengo con la mesa, este mismo expulso una pequeña nube de polvo haciendo que tosiera al caerme en la cara. Agarre las cortinas azules para hacerlas a un lado y así poder abrir la ventana hacia arriba; saque mi cabeza por la pequeña ventana para ver como el cielo se ponía cada vez más gris, sería de esos días en los cuales quisiera quedarme en mi apartamento, tomar un poco de té y poner una silla cerca de la ventana para mientras que leo un libro o escribo dentro de mi pequeño cuaderno.

Pero desafortunadamente no contaba con ese tiempo, debía de ir a trabajar para así poder pagar la renta del apartamento, comprar mis alimentos y seguir teniendo agua y luz. Era lo único que me importaba porque en realidad en este mundo estaba sola, no había tan solo una cosa que acudiera a ser algo más importante que yo. Por las únicas personas que me preocupaba era por Elaine y Justin ellos siempre han estado conmigo y son mi única familia, bueno la que me queda… Debido que mis padres, no comprenden mi forma de ser.

Antes de entrar mi cabeza de nuevo sentí ese aroma a carne salir por la ventana de mi vecino de al lado, no había tan solo un día que sus platillos no fueran pollo o carne que puedo decir que, hasta el mismo olor comenzaba a disgustarme y a no querer comer en ningún momento otra vez alguno de esos dos platos; es decir, no había tan solo un día en que él cambiara su gusto porque quizás de alguna manera me pregunto si habrá intentado comer alguna vez una ensalada o frutas para que quizás haya tomado la decisión de nunca jamás comer algo que no fueran tan carnívoro.

Empecé a sacar las cosas que había llegado a comprar para irlas a meter algunas a la nevera y otras a la despensa; hasta que pronto el sonido fuerte la música rock hizo que se me cayeran un par de latas de guisantes y frijoles donde con mucha molestia los levante del suelo a fin de ponerlos en su lugar, maldije en mi mente para pensar si debía de salir para tocar la puerta de su apartamento y decirle lo detestable que era; en mi piso casi no vivían muchas personas además de mí, mi insoportable vecino, un par de pareja gay y una anciana que al escuchar este tipo de espectáculos desconectaba su auricular para evitar presenciar ese escándalo.

«Como quisiera dejar de escuchar ese sonido también».

Aunque mi idea de quitarme las orejas fue lo que tenía en mente la primera semana en que el individuo de al lado hábito en este pasillo, preferí no hacerlo por motivos en que necesitaba mi sentido del oído.

Después de ordenar la despensa, me di un baño para prepararme e ir a trabajar, después de todo, quizás el día de ahora se llenaría un poco el bar café aunque la locura de mi día seria que escucharía muchos poemas melancólicos de los poetas que llegarían a participar hoy y no sólo eso la música soul o instrumental que pondrían posiblemente harían que me durmiera.

Termine por ponerme un atuendo muy casual de mí, quizás a Justin le horrorizaría verme de nuevo con unos jeans rasgados y con la chaqueta que llevaba a mi lado todo el tiempo; pero para ser sincera, no soy amante de la moda y si lo fuera quizás no estuviera ahora mismo en este lugar sino que posiblemente tuviera mi propia residencial, una buena profesión y por si fuera poco estuviera ahorita mismo dirigiendo una de las pasarelas más famosas de Nueva York pero por simples razones nada de eso es lo mío.

¿Qué es lo que soy? Pues una chica rara que antes tenía todo pero lo fue perdiendo poco a poco donde tuve que trasladarse de Maryland a Portland para comenzar una nueva vida donde hasta ahora sigo sin cumplir mi sueño de ser escritora y apenas puedo sobrevivir con lo poco que tengo y gano en la semana con algunas cuantas propinas.

Realmente mi vida no es la gran cosa pero sigo esperando que en algún momento pueda suceder algo fuera de lo ordinario que tenga que cambiar mi vida porque enserio de esta que tengo ya me estoy comenzando aburrir.

La campanilla de la puerta del bar café de la zona sonó cuando entre, Justin me sonrió pero se concentró en seguir puliendo las copas de vinos que le servía a sus clientes en la hora de la apertura; él siempre se presentaba como una persona social pero a la vez reservada y no solo eso… Demasiado higiénico para dejar las cosas más limpias de lo que ya están. Tuve que poner mi huella en el dispositivo que marcaba la hora de mi entrada e incluso tuve que abrirle mi bolsa al guardaespaldas quien se aseguraba si no llevaba alguna droga o arma, por ese tipo de cosas es que casi le reclamo al gerente porque a veces Tom en vez de solo observar lo que llevó por dentro de la cartera intenta tocar mis pertenencias queriéndose quedar con cosas que no son suyas.

—Algún día le pateare el trasero a Tom —saque una risa al escuchar el comentario de Justin.

— ¿Qué te hizo hoy? —empecé a ponerme el mandil.

—Se quedó con mi caja de chicles —no me sorprendía —siempre menciona que puede ser un tipo de estimulante —apretó más la copa.

—Tómalo con calma, si rompes la copa te aseguro que el jefe te la descuenta de tu sueldo de esta semana —le quite la copa para evitar alguna herida.

— ¡Era nueva Gemma! Hace menos de cinco horas lo compré y sé que Tom se los quiso quedar porque le apesta la boca y como sabe que hoy se llenará quiere impresionar un par de chicas —intenté no decir algo que molestara a Justin y terminase explotando como un volcán.

—Te compraré una nueva caja si tanto es tu desesperación por comer chicles de menta —rebusqué en mis bolsillos unas cuantas monedas.

—No nena, quien me lo tiene que comprar es Tom no tú —se alejó para no aceptar mi dinero.

— ¿Soportaras? —asintió como un muñequito indefenso.

—Espero, sino verás mi puño en la cara de nuestro compañero de trabajo al cerrar el lugar —alzo su puño como demostración.

—Evítalo sino te quedarás sin empleo y por lo que recuerdo no te conviene —puse mi dedo en mi mejilla y empecé a darme leves golpes —, por lo que dijiste esta semana cumple Molly así que si quieres llevarla a ese restaurante lujoso necesitas el empleo ¿no? —Justin inhalo suficiente aire y vi como lo contenía al empezar a ponerse rojo.

—Odio al mundo. —Como siempre, se fue a distraer en abrir la puerta y quitar las cortinas de las ventanas.

Calmar a Justin podía ser un deber muy complicado que hasta ahora solo su madre, Molly su novia y yo podemos llegar a hacer; agradezco que él puede controlarse antes de sacar lo peor de su alma y hacer una guerra propia contra el mundo que le rodea. Como decía, hacer enojar a Justin era fácil pero hacer que recuperara su postura podía llevar horas pero sabía que con el trabajo que tendremos ahora, despejara su mente y olvidara pronto su molestia por su caja de chicles; debo de darle la razón al saber que Tom ocupa su caja de chicles para evitar el mal olor de su boca cuando hablaba con las chicas del bar pero eso ya lo sabe la mayoría de las personas que es inevitable que él no se avergonzara por su poca higiene en lavarse los dientes, usar enjuague bucal, hilo dental y en evitar comer cebolla.

Como había predicho, el bar café se fue llenado de poco a poco, mi deber solo constaba en tomar pedidos, llevar las bebidas o postres hacía los clientes y cobrar sus cuentas; mientras que Justin se encarga de hacer las bebidas y bueno… Sacar los postres de la vitrina de vidrio donde se puede observar las delicias que cualquier persona le tentaría solo al verlas.

La noche fue cayendo tan rápido que lo siguiente en la lista fue que una lluvia apareció detonar el ánimo de los clientes, el club de poesía apareció a eso de las ocho comenzando a decir poemas mucho más melancólicos de los que había escuchado la semana antepasada y por supuesto, ver como la mayoría de chicos jóvenes empezaban a fumar y a tomar café mientras apreciaban aquel espectáculo que fue acompañado con música clásica o jazz.

Las propinas de mi día superficialmente no fueron lo que me esperaba, si antes llamaba a las personas con el nombre de tacaños, ahora las llamo egoístas al ver como disimulaban al no tener dinero en mano para guardarlo sin esperar que me daba cuenta como varios se acercaban a un desconocido para comprarle un par de drogas afuera del lugar e irse al callejón de al lado para inhalar o ingerir aquellas sustancias tóxicas.

Por veces me pongo a pensar que no soy quién para juzgarlos porque al venir aquí solo terminan por desahogar sus penas con un grupo o con la única persona en que pueden confiar porque ya al volver a casa, sus problemas volvían a su vida cotidiana; digo todo esto, porque así era mi vida y quizás por eso es que no me molesto mucho en querer justificar las faltas de propinas cuando salen y van en busca de droga. Ahora que quizás me encuentro en una etapa más madura hace que piense en esos momentos en los cuales me metía en problemas y mis padres solo intentaban ayudarme pero no puedo volver al pasado e intentar recuperar ese tiempo, de todos modos me pregunto si en algún momento podría haber cambiado algo o las cosas terminarían siendo igual.

— ¿Cierras? —Le pregunte a Justin antes de tomar mis cosas e irme.

—No, hoy le toca a Spencer —él fue el siguiente en tomar su gorra y chaqueta.

— ¿Traes tu auto?—asintió al alzar sus llaves y tintinearlas con sus dedos.

—Vamos, de todos modos hay lluvia y enfermarte sería una mala manera para dejarme solo y cubrir tu lugar —rodé los ojos y me puse mi chaqueta. —Olvide tomar esa cosa y tirarla al basurero —cerró la puerta del bar club para ir al estacionamiento y tomar su auto.

—Espero nunca olvidarla —retracté.

—Esperemos que se te olvide en mi auto, así le haría un favor al mundo en quemarla—le di un golpe en el hombro al hablar mal de mi chaqueta.

Dentro del auto de Justin todo era mucho más reconfortarle, la música pop y el calentador del auto hace que prefiera no salir de aquel sitio sin antes tener una siesta; pero en vez de eso solo me quede observando la ventana de mi lado para seguir viendo como las gotas de lluvia golpeaban el vidrio de la ventana del auto. Todo ha sido normal hasta que Justin freno de pronto y si no hubiera sido por el cinturón de seguridad quizás ahora mi cabeza estaría junto con el parabrisas del auto pero eso no fue lo que me dejo desconcertada sino que fue el sonido de que el auto había golpeado algo haciendo que Justin y yo nos viéramos para pronto quitarnos el cinturón y salir del auto para tener respuestas de lo que Justin había atropellado.

Pero todo fue inconcluso, no había nada en frente ni debajo del auto, apenas había quedado un golpe que fue la única marca en respuesta que él había atropellado quizás a un animal, a pesar que no hubiese sangre o una parte del cuerpo; solo un enorme hundimiento en la parte baja del auto.

— ¿Seguro que era un animal? —Apenas le grite por el sonido fuerte de la lluvia.

—Uno gigante al parecer… O quizás, solo fue mi imaginación —se acercó a su auto y empezó a verificar la parte golpeada.

Me quede observándolo ya que tampoco conocía mucho de autos, mire hacia los lados intentando encontrar aquel animal que Justin había golpeado pensando que quizás pudo haber salido volando y caer en alguna de las aceras de la calle. Sin embargo, nada se encontraba en nuestro alrededor, la luz del farol que teníamos debajo empezó a parpadear y una extraña sensación tuve al pensar que alguien me estaba o nos estaba observando; Justin no se daba cuenta de aquello por estar pendiente en su auto que con mucho esmero se tardó en comprar así que al darme la vuelta para ver si alguien se encontraba detrás de mí, solo me fijé que dentro de un callejón oscuro encontré un par de ojos… Pero unos ojos luminosos y amarillos que hicieron que retrocediera y el pulso de mi corazón empezara a latir cada vez más rápido, los ojos no dejaban de verme ni mucho menos intentaban parpadear, busque la manera de cómo llamar a Justin pero el sonido de la lluvia evitaba que le susurrara y viera alguna señal de mi parte.

Fui retrocediendo poco a poco para querer acercarme a él, pero un movimiento en vano hizo que me deslizara y cayera de espaldas golpeándome la cabeza y viendo como aquella criatura salía corriendo hasta irse al techo de las tiendas, por la poca iluminación de la luna observe una enorme figura peluda y caminando en cuatro patas, unos segundos me observo hasta gruñir y empezar a correr hasta desaparecer entre la neblina.

— ¿Te encuentras bien? —Escuche a Justin.

— ¿No lo vistes? —Le pregunte rápido.

— ¿El qué? —Miro hacia los lados.

—El animal —le señale el callejón —estaba ahí y teníamos unos enormes ojos que intimidaban y daban miedo… —se me fue entrecortando la voz.

—Quizás sea un gato o perro callejero protegiéndose de la lluvia —respondió Justin sin tener curiosidad.

—No fue eso. Te juro que vi un animal grande, subió hacia el techo y me percaté como nos observaba. —Él se concentró en mis palabras pero solo suspiro.

—Entra en el auto, te habrás confundido con otra cosa pensando en una bestia invisible. —Suspiré al ver que Justin no me creía.

Él no discutió el tema, más bien él con tropiezos hizo que me subiera de nuevo al auto para irme a dejar a mi apartamento, seguía diciendo en mi mente que no podía ser un animal normal, ni siquiera podía haber osos en esta ciudad. Lo único que sé es que todo me ha dejado en dudas y misterios, pero mi pregunta se basaba en porque no nos hizo daño.

Me despedí de Justin para salir del auto e ir hacia el portal de los apartamentos; tuve que caminar mojada y escurriendo agua por todas las escaleras y pisos haciendo que dejara detrás de mí, pequeños charcos donde posiblemente las personas terminaran por deslizarse, cuando llegué a mi piso, dentro de los bolsillos de mi chaqueta busque mis llaves pero al haber bajado la vista para buscar la llave correcta de la perilla, encontré unas huellas de un perro aunque no parecían ser tanto de un canino cuando suelen ser un poco más grandes de lo común; me di media vuelta y observe como las huellas ya tenían un comienzo mucho más atrás de lo que ya me encontraba, así que al ir caminando para seguirlas, al final dejaron de ser huellas para después convertirse en pisadas de zapatos, me detuve de pronto exactamente donde habían finalizado haciendo que me topara con la puerta de mi vecino.

Me quede parada en aquel lugar intentando analizar si el vecino tenía un perro, que yo sabía, nadie del edificio podía tener animales dentro de sus apartamentos sino se obtendría una sanción por incumplir las reglas del arrendatario, pero al ver que las pisadas eran primero de un animal y luego de un humano, me hizo traer muchas dudas en mi cabeza porque si el vecino estuviera escondiendo un animal, no es posible que las huellas del canino se terminaran convirtiendo en pisadas humanas.

Esto es muy extraño.

Observe un tiempo más la puerta hasta que las luces del pasillo empezaron a parpadear haciendo que mi piel se erizara y me ocasionará temor de lo que estuviera pasando detrás de aquel lugar donde vive mi vecino; sin más que esperar, entre rápido a mi apartamento debido a que es el único sitio donde me puedo proteger de cualquier criatura o persona que me quisiera hacer daño.

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