Capítulo 106Lealtad y decisiones difíciles. Jenkins avanzó con paso contenido por el sendero de grava que conducía al invernadero. La noche envolvía los alrededores de la mansión Blackmond con su manto oscuro, y la luz de la luna proyectaba siluetas fantasmas en los ventanales de la estructura de cristal. El aire estaba impregnado con el aroma terroso de las plantas húmedas y el dulzor leve de las flores.Sus sentidos estaban en alerta. Sabía que no estaba solo.Ajustó el abrigo sobre sus hombros y empujó la puerta del invernadero con cautela. El cálido vapor del ambiente lo envolvió al instante, una mezcla de humedad y fragancias florales. En el centro, entre hileras de helechos y orquídeas, un hombre lo esperaba.—Puntual como siempre, Jenkins —dijo el desconocido, un hombre de mediana edad con una postura relajada, pero con la mirada de alguien que no dejaba escapar detalles.Jenkins asintió, manteniendo la compostura.—No tenía opción —respondió con tono medido—. Si he venido es
Capítulo 107Enfrentamientos. La lluvia golpeaba los ventanales con insistencia cuando Jenkins entró en el despacho privado de Leonard. Llevaba el abrigo empapado y el cabello pegado a la frente, pero no pidió permiso para secarse; no había tiempo para formalidades. Leonard estaba de pie junto a la chimenea, mirando el fuego con una copa en la mano. La llama proyectaba sombras danzantes sobre sus facciones endurecidas por la tensión.—¿Qué pasó? —preguntó sin mirarlo.Jenkins se quedó en silencio por un instante, dejando que el calor del fuego disipara un poco el frío que llevaba encima.—Anthony apareció —dijo finalmente—. En persona.Leonard giró la cabeza, los ojos encendidos por una mezcla de sorpresa y desconfianza.—¿Cómo lograste que saliera de su madriguera?—No lo hice. Solo exigí hablar con él, y vino. Estaba desesperado por tenerme de su lado. Me pidió los códigos de seguridad, el acceso a las cámaras… todo.Leonard apretó la mandíbula.—¿Y qué le diste?—Los cambios en lo
Capítulo 108 El precio del silencio. El cielo aún tenía sus tonos grisáceos cuando Alana llegó al lugar acordado. Un antiguo invernadero reconvertido en salón privado, oculto tras una galería de arte en desuso, en el corazón más sombrío de la ciudad. La humedad impregnaba las paredes y los cristales empañados dejaban pasar una luz opaca. El aire olía a tierra mojada y plantas descuidadas. Un aroma que hablaba de cosas enterradas… y otras que estaban a punto de florecer. Anthony ya la esperaba. Estaba de pie, apoyado contra una columna de hierro forjado, con las manos en los bolsillos y una media sonrisa en los labios. Vestía un abrigo oscuro, de líneas limpias, que no disimulaba el peligro en sus gestos. La miró sin saludar. Alana entró sin quitarse los guantes de cuero ni el abrigo que llevaba puesto. Caminó sobre los adoquines húmedos como si pisara una pasarela. —No esperaba que vinieras a verme —dijo Anthony con voz baja—. Pensé que enviarías a algún abogado o a uno de e
Capítulo 109El arte de traicionar.Las pantallas comenzaron a apagarse una por una, hasta dejar la sala de vigilancia sumida en una penumbra azulada. El aire estaba cargado de tensión, como si la electricidad no solo recorriera los cables de los monitores, sino también los músculos de Leonard. Se quitó lentamente los auriculares y los dejó caer sobre la mesa de metal. El eco del leve impacto resonó más de lo que debería. Era el sonido del fracaso.—Maldita sea —murmuró, apenas audiblemente.Su mandíbula estaba rígida. La luz parpadeante de un proyector iluminaba su rostro a intervalos, dibujando sombras en sus pómulos afilados, como si estuviera dividido en dos mitades: la del hombre que había planeado cada movimiento, y la del que ahora veía cómo todo se escapaba por los bordes.—Lo sabía… —dijo Iván desde el fondo de la sala—. Fue demasiado fácil. Anthony no habla así. Estaba preparado.Leonard no respondió de inmediato. Caminó despacio hacia el ventanal, donde las gotas de lluvia
Capítulo 110 Desconfianza Aquel aire cargado de tensión y traición parecía condensarse en cada rincón de la ciudad. Mientras la madrugada se desvanecía lentamente, Anthony se encontraba en una sala discreta, iluminada únicamente por la pálida luz de un monitor. Sobre la mesa, descansaba el dispositivo móvil que había utilizado para recibir, hace tan solo horas, las fotografías que Alana había capturado de Leonard saliendo de la casa de Camila. La imagen mostraba la figura de Leonard, con el ceño fruncido y una mirada que mezclaba desesperación y resignación, mientras se alejaba bajo la lluvia.Con la voz temblorosa, Anthony marcó el número que le pertenecía a Alessia. La línea sonó varias veces antes de que la respuesta llegara, casi en un susurro ahogado.—Alessia —dijo él, conteniendo el temblor en su tono—. Tengo algo que debes ver.La voz de Alessia se llenó de una mezcla de urgencia y enfado. Había reconocido su voz mucho antes de que pudiese identificarse.—¿Qué ocurre, Antho
Capítulo 111Condiciones.El silencio que había quedado tras la última conversación entre Leonard y Alessia era espeso, como si la casa misma contuviera la respiración, esperando que alguno rompiera la calma. Leonard permanecía de pie, junto a la ventana del estudio, observando cómo la ciudad se despertaba con la primera luz del día.El sonido repentino del celular vibrando sobre la mesa quebró la quietud. Leonard parpadeó, como si saliera de un trance. Se giró, tomó el móvil y observó la pantalla. Era Camila. Su pulso se aceleró ligeramente. Temiendo a que Alessia se acercase en cualquier momento.—Ahora no... —murmuró para sí mismo, pero algo en su intuición le gritó que debía contestar.Miró hacia el pasillo. No escuchó nada. Pensó que Alessia ya se habría encerrado en su habitación. Deslizó el dedo por la pantalla para aceptar la llamada.—¿Leonard? —la voz de Camila, baja y directa, llenó el espacio—. No tenemos mucho tiempo.—¿Qué ocurre? —preguntó él en voz baja, alejándose u
Capítulo 112Descontrol. La mañana seguía avanzando, aunque dentro de la casa Blackmond el tiempo parecía haberse congelado tras el portazo de Leonard. El reloj del vestíbulo marcaba las 8:17 a.m. y un silencio denso, casi ominoso, lo cubría todo.Alessia bajó lentamente las escaleras, aún con el rostro húmedo por las lágrimas que no se había molestado en secar. Cada paso resonaba contra los peldaños como si la casa la observara, como si supiera que algo estaba a punto de quebrarse.Cruzó el pasillo hasta el ala este y se detuvo frente a la puerta del estudio. La abrió con lentitud, pero el espacio estaba vacío. Solo el leve olor a madera antigua y el eco de la discusión de esa mañana parecían permanecer allí.Frunció el ceño, se giró y caminó hacia la cocina, donde encontró a Jenkins, el mayordomo, preparando una bandeja con té y pastas, como lo hacía cada mañana desde hacía años. Su figura alta, siempre impecablemente vestida, se giró al notar su presencia.—¿Jenkins? —preguntó Ale
Capítulo 113Esperanza rota.Luego del impacto emocional que se llevó Camila tras ver aquella decadente escena, sus ojos se fueron cerrando lentamente hasta que quedó atrapada en un sueño profundo. Sus brazos, aferrados al pecho de Leonard, como si a pesar de su inconsciencia temiera a que todo el caos a su alrededor se desvaneciera, llevándose consigo a Leonard, su única compañía en ese desolado lugar. Tras largas horas de sueño pesado, no sabía cuánto tiempo había pasado antes de comenzar a abrir sus ojos. Una eternidad, tal vez.Camila estrujó sus ojos lentamente con sus puños. No podía moverse. El aire olía a queroseno, a carne quemada y a tierra mojada. El cielo, ahora oscuro, se colaba entre los restos del jet como una sentencia.Leonard seguía junto a ella, inconsciente. Su rostro cubierto de sangre seca, pero su pecho aún subía y bajaba débilmente.Leonard intentó hablar, pero un borbotón de sangre le llenó la boca. Tosió. Dolor. Un brazo roto. Algo clavado en su pierna.Alre