"Lo siento, señor. Sé que al señor Mahardika no le gusta la leche.
Pero en este momento, solo la leche puede neutralizar el picante que siente", explicó Ayunda.
Mahardika miró fijamente a Ayunda, como si no estuviera seguro de su explicación. Pero Ayunda trató de convencerlo, y Mahardika siguió su consejo. Tomó el vaso que tenía delante y lo bebió hasta el final.
Y así fue, la sensación de ardor que lo había estado torturando disminuyó después de beber la leche que Ayunda le había dado.
Ayunda seguía allí, observando la reacción de Mahardika.
"Me he comido tus fideos, haz otros nuevos si quieres más. No voy a tomar el café, ya que me has llenado el estómago esta noche. Parece que no voy a trasnochar. Quiero dormir después de esto."
Ayunda sonrió al oír las palabras de su esposo. Era la primera vez que Mahardika hablaba con ella tan extensamente, sin enojo ni gritos como de costumbre.
Después de asegurarse de que Mahardika ya no estaba allí, Ayunda recogió el tazón y el vaso usa