—¿Acaso tus consejos diarios han reducido la tasa de divorcios? —preguntó Santiago con frialdad.
El funcionario se encogió de hombros.
Evidentemente sus palabras habían entrado por un oído y salido por el otro. El funcionario sonrió con resignación y movió la cabeza, sin añadir nada más.
Santiago solo estaba molesto por la firmeza de Julia. ¿Por qué tendría él que aferrarse a algo?
Estaba a punto de apresurar el trámite cuando sonó su teléfono. Lo sacó con fastidio y vio que era la llamada de su madre.
Habían ocultado su divorcio a la familia, así que esta llamada debía ser por algún otro asunto.
Viendo que el funcionario estaba por estampar el sello, Santiago tosió.
—Un momento, tengo que contestar esta llamada.
Julia frunció el ceño. Este hombre era increíble, ¿por qué interrumpir el trabajo del funcionario para atender el teléfono?
Apenas contestó, escuchó gritos:
—¡Santiago, sinvergüenza! ¿Por qué me ocultaste que Julia está embarazada?
Santiago quedó completamente confundido y mir