Daniela levantó la mirada. Nicolás había llegado. ¿Cómo había venido?
Nicolás caminó a grandes pasos y se acercó a Daniela y Mauro. Su mirada fría se posó en la mano de Mauro, que aún tenía agarrado firmemente el brazo de Daniela.
Nicolás se rio fríamente: —Mauro, ¿no entiendes lo que dice la gente? ¡Daniela te dijo que la soltaras!
Mauro sonrió: —Nicolás, tal vez no entiendas el corazón femenino. Las mujeres dicen que no, que no, pero en realidad su cuerpo quiere. Daniela me dice que la suelte, pero en realidad quiere que la abrace más fuerte. Daniela, ¿verdad?
Daniela se sintió asqueada: —¡Mauro, estás loco!
Nicolás: —Mauro, te doy tres segundos para que sueltes a Daniela inmediatamente.
Mauro: —Nicolás, realmente eres ridículo. ¿Con qué derecho te metes en los asuntos entre Daniela y yo? Ahora Daniela y yo somos solteros, podemos hacer lo que queramos. ¿Con qué derecho te metes?
Nicolás fulminó a Mauro con una mirada que parecía capaz de atravesarlo: —Porque Daniela lleva a mi hijo