Capítulo 20

Ingresé al local para ir por las llaves de mi auto y corrí de regreso al estacionamiento para intentar alcanzar a Noah, tenía que explicarle porqué le hablé así a Aarón. No sabía a dónde iba, pero la ruta que tomó conducía a casa, así que seguí la misma dirección y, en un par de minutos, vi el Torino frente a la puerta de su garaje. Frené a un costado y me bajé, cerrando la puerta con un azote. Enojada, caminé hacia el interior del garaje donde Noah, con un humor del quinto infierno, golpeaba un saco de box que colgaba del techo mientras gruñía palabras ininteligibles. Los músculos de su espalda se distendían y flexionaban, y una gruesa línea de sudor formaba una mancha desproporcionada en su camiseta gris claro por el esfuerzo que empleaba con cada embate, y por la calidez que reinaba en el garaje. Sin ningún venti

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