Mis manos sudaban mientras me acercaba al enorme edificio corporativo y me cuestioné en mi mente si era correcto venir.
Pero es que no tenía otra opción, cada paso que daba me llevaba al precipicio y todo por la forma en la que él se estaba adueñando de todo alrededor de mi vida.
Había decidido ir después del almuerzo y aunque mi ropa no era la adecuada para el lugar al que estaba a punto de entrar, intenté con todas mis fuerzas aparentar estar segura de mis acciones y de lo que estaba haciendo.
Con mi corazón martillando a una velocidad atemorizante contra mi pecho me acerqué a la puerta y el seguridad la abrió para mí sin molestarse en observarme por más tiempo del necesario.
Al ver el enorme lugar repleto de personas que probablemente esperaban una cita con trajes a medida, tanto hombres como mujeres, me sentí jodidamente fuera de lugar.
Pasando saliva de forma nerviosa me acerqué a la recepción y la hermosa mujer de cabello rubio analizó mi rostro con cuidado.
—Buenas tardes