“Solo el Hospital Universal está causando problemas. Todo lo demás está bien por ahora”.

“Eso es genial”. Maxine dejó escapar un suspiro de alivio.

“Por cierto, ¿quién es exactamente el Señor Gabriel?”, preguntó James.

Maxine sacudió la cabeza. “Yo tampoco lo sé. Ni siquiera sé su nombre completo. Solo escuché de mi abuelo que es extremadamente poderoso. Está al menos en el sexto rango. Si ha alcanzado o no el séptimo rango está más allá de mí”.

La expresión de James se tornó sombría. Nunca esperó que el Señor Gabriel poseyera tanta fuerza. Él permaneció en silencio, pensativo.

Luego de esperar unas dos horas, abordaron el avión y regresaron a la Capital. Cuando llegaron, ya eran las seis de la mañana.

Al salir del aeropuerto, James preguntó: “¿Volveremos ya a casa de los Caden?”.

“Sí”. Maxine asintió. “Ese es el plan”.

Entonces, llamó a un taxi y los dos se subieron.

Alrededor de las siete de la mañana, llegaron a la puerta principal de la mansión de los Caden. Muchos