Thea empezaba a odiar a James cada vez más.
Cada vez que veía a James, no podía evitar compararlo con el Dragón Negro.
Ambos eran tan diferentes.
¿Cómo podían compararse?
No entendía lo que había visto antes en James, compartir la cama con él e incluso casi entregarse por completo a él.
Megan también estaba allí.
Estaba en silencio, observando a James y a Zane.
Sobre todo a Zane.
Ella venía de una familia adinerada y había conocido a mucha gente con dinero.
Sin embargo, no creía que aquel hombre barbudo fuera uno de ellos, y mucho menos alguien con un patrimonio de miles de millones.
“James, ¿Dónde te las arreglaste para encontrar a este actor? ¿Vale trillones, de verdad? ¿Y te da quinientos billones de dólares así como así? ¿Quién hace eso?”. Megan estaba siendo condescendiente.
Ella lo sabía. James había contratado a un actor.
“Lo saqué de la calle”. James soltó una risita y miró a Zane, espetándole: “Piérdete”.
“No, James, sabes que soy rico”, se apresuró a explicar Zan