A Darryl le hizo gracia. "¿Quién te ha dicho que eres una sirvienta?".
"Soy su sirvienta, Señor", dijo Jewel con firmeza. "Estoy dispuesta a servirle toda la vida".
"De acuerdo". Darryl sonrió con amargura. Cogió una empanada y se la metió en la boca.
"Come esto rápidamente. Es una orden".
"¡Está bien!". Jewel asintió. Luego, sostuvo la empanada y le dio un mordisco. Ella empezó a llorar.
Había sido una vagabunda desde que era una niña. Cada vez que pasaba por la tienda deseaba probarlos. No esperaba poder comerlas un día; fue un cambio repentino del destino.
Darryl la miró y le dedicó una sonrisa cálida después de dar unos cuantos mordiscos. Le dijo suavemente: "Está bien. ¿Por qué estás tan conmovida por las empanadas? Te lo compraré todos los días".
Eso hizo que Jewel llorara aún más y siguió haciéndolo durante toda la comida. Después de eso, salieron juntos del restaurante.
Jewel preguntó con curiosidad cuando estaban fuera. "¿Adónde vamos, Señor?".
Darryl miró la calle qu