Como un trueno, el rayo dorado era rápido y poderoso. Daba la impresión de que podía partir el cielo y la tierra.
Incluso cuando Forsythe lo tenía todo bajo control, no podía dejar de maldecir y maravillarse ante el poder del Martillo del Tirano. ‘Oh, bueno… Él merece ser el Maestro de Secta de la Puerta del Elíseo. Esa habilidad estremece el cielo y la tierra. Me temo que no podré bloquearla’.
Se rio a carcajadas para intentar calmarse ante la impactante situación. “¿Qué está haciendo, Maestro de Secta Ambrose? Todo está bajo nuestro control. Deje de fingir. ¿O acaso va a quemar el puente después de haberlo cruzado?”.
Para agravar el malentendido entre Ambrose y las otras sectas, no olvidó seguir sembrando la discordia entre ellas debido a su astuta personalidad.
“¡Cállate!”. Los ojos de Ambrose se enrojecieron y reprendió: “Nunca me alié contigo. Deja de repetirlo. Ya que sigues desafiando y atacando la Puerta del Elíseo, ¡me aseguraré de que tu cuerpo se quede aquí para siempre!