Magnolia se cubrió la cabeza con un dolor de cabeza desgarrador, ¡deseando tanto impedir que esos recuerdos aparecieran dentro de su cerebro!
Mientras ella casi se desmayaba, Ricardo se adelantó y la cogió en brazos, mirándola con expresión preocupada, —¿Estás bien?
A Magnolia ahora le dolía la cabeza y no podía hablar, pero la señora Fernández, a su lado, le dijo en voz alta, —Magnolia Ruiz, si no me das una explicación hoy, voy a morir contigo.
Trató de continuar, pero Ricardo tiró de la bolsa dentro de la mano de la señora Fernández y la estrelló con fuerza contra el suelo.
La señora Fernández se sobresaltó al instante, miró a Ricardo y le dijo con voz chillona, —¿Cómo te atreves tú, un pobre guardaespaldas, a tirarme el bolso al suelo, sabes lo que cuesta este bolso mío? Ni podrías pagarla si te vendes a ti mismo.
Otra mujer a su lado le recordó con cautela, —¿podría ser este el guardaespaldas que golpeó a tu hijo?
Cuando la señora Fernández vio a Ricardo, reaccionó gritándole, —¿L