Destino 1

Días antes.

Jade mantenía sus ojos verdes abiertos, como cada noche, a causa de su insomnio crónico. A su alrededor, el silencio era tan crudo que dolía y solo la luz de la luna de épocas de lluvia alumbraba el cielo negro de mitad de la madrugada. Los libros que estaban esparcidos en el suelo ya no le eran de su agrado, solo necesitaba una ojeada para recordarlos a la perfección por el esto de su vida, por lo que la biblioteca ya no era su lugar preferido para estar como lo había sido antes. Ya se los sabía todos de memoria.

Con un suspiro se incorporó en su cama dejando caer las sábanas de seda que acariciaban sus ropas de hombre. Acostumbrada a aquel aspecto que por momentos le hacía olvidar que biológicamente era el sexo opuesto. Si no fuera por las reglas de la familia, tal vez todo sería más fácil para él. 

No podía decir que la trataban mal en aquella mansión. Todo lo contrario. La mimaban en todo lo posible, y alababan su piel blanca a pesar que apenas la cuidaba y solo era natural. Su cabello muy largo y negro que peinaban día tras día era solo para mostrar que los hombres de aquella familia eran tratados por sirvientes, y su cuerpo delgado resultado de una muy cuidadosa alimentación.

Pero una cosa era eso y la otra ocultar su verdadera identidad a lo largo de sus veintiún años. 

Era agotador tener que resistir cada comentario donde el resultado era el matrimonio. Prefería secretamente entrenar el arte de la espada sin mucho resultados. Sus hermanos solían criticarla mucho por su bajo rendimiento en el tema. No era su culpa que no tuviera la misma fuerza corporal que ellos.

Y no podía hacer nada, era la ley de la familia, todos los descendientes debían ser hombres. O sino solo quedaba una opción, perder la cabeza. Su padre era muy estricto y estaba segura que si su madre no hubiera escondido su sexo cuando nació de seguro ambas estarían muertas en ese momento.

Así de simple y difícil era la vida en aquella jaula de oro. 

Pasada la medianoche, ruidos del exterior rompieron el silencio y Jade se alarmó ¿Qué podría ocasionar tal disturbio a tal hora? Apartando lo que le quedaba de las sábanas caminó hacia la puerta y la abrió levemente para solo ser empujada hacia atrás, golpeándose la frente con el borde de la mesa, y mareándose por el impacto.

No podía moverse, estaba aturdida y el sonido se hacía más fuerte y divagador a su alrededor, a medida que su cuerpo era arrastrado por los pasillos de la gran mansión. Era sujetado por el moño alto que acostumbraba a llevar, como si fuera un saco humano y dolía. Algo líquido y caliente salpicó su rostro y no pudo definirlo hasta divisar por el rabillo de su ojo su túnica blanca de dormir manchada de gotas sangre. 

La imagen lo hizo salir un poco de su nebulosa y a pesar de seguir entumecida se sacudió intentando soltarse del agarre. Agitó las manos y piernas gritando, pero lo único que consiguió fue que algo duro aterrizara contra su mejilla rompiéndole el labio.

-Quieto niño, sino quieres perder tu vida aquí mismo- una voz grave llegó a sus oídos y la estremeció tanto que se quedó inmóvil, ni siquiera su padre, las pocas veces que se molestaba con ella le había hablado así. Era como si cada músculo de su cuerpo se petrificara en sumisión. 

Para cuando fue lanzada contra las piedras blancas del patio central, sus pies tenían magulladuras y su ropa estaba descompuesta dejando ver parte de su blanco y poco desarrollado pecho, que subía y bajaba agitadamente. Jade abrió sus ojos y movió la cabeza encontrándose con una desagradable y desgarradora imagen delante. El cuerpo de su madre, padre, hermanos, criados, su clan entero estaba tendido ante sus ojos y su sangre se extendía debajo de ellos hasta manchar las manos de él, como un lago interminable.  

Un grito se atoró en su garganta e intentó acercarse a ellos cuando su tobillo fue agarrado y jalada hacia atrás, hiriéndose las palmas y la barbilla contra las piedras ahora de color carmín.

Giró su rostro y solo encontró un hombre, un solo hombre, cubierto de pies a cabeza con ropa negra, mostrando un cuerpo erguido y trabajado, que cubría su rostro solo dejando ver dos ojos color ámbar, muy brillantes. Una ola de nostalgia la recorrió al mirarlo, como si no fuera la primera vez que viera aquellos irreales orbes, pero fue difuminado al escuchar su risa.

-Una hermosa piel, perfecta para un excelente trabajo- se arrodilló y la alzó por el cabello, introduciendo la mano por la abertura de su túnica y corriéndola hacia un lado dejado su pecho descubierto -Apetitosa y blanquecina, sería una lástima que fuera profanada. Y vaya sorpresa me encuentro –

Sus dedos manchados de sangre se extendieron desde la clavícula hasta el inicio del valle de sus pechos.

-Un hermoso cuerpo oculto bajo una mundana fachada. Tan bajo han caído- se río y alzó a la chica que luchaba por soportar el dolor que le provocaba el agarre, con una mueca que desfiguraba sus rasgos delicados.

El hombre acercó su rostro a su oído y volvió a reír esta vez más grave.

-Esta piel tuya será el material ideal para mi objetivo- Jade tembló y las lágrimas corrieron por su mejillas. Si querían llamarla cobarde podrían. Nunca había aprendido a defenderse debido a que era el menor y sus hermanos lo sobreprotegían mucho. Apenas su habilidad con la espada podía decirse que era decente y la conmoción de los actuales hechos la abrumaban.

El desconocido la lanzó contra el suelo nuevamente y de uno de sus bolsillos sacó unas cuerdas. Jade se movió y empezó a arrastrarse para mantener distancia pero el hombre se puso sobre ella y se sentó rudamente dejándola inmóvil y casi sin aire.

A pesar de luchar, sus manos y pies fueron atados e inmovilizados contra el suelo por algo que no podía definir dejándola boca arriba y vulnerable. Su ropa fue retirada completamente dejándola a la intemperie de la fría noche. 

Allí en medio de la noche, con las piernas separadas, amarrada y sin alguna barrera protectora entre su cuerpo y el exterior, se sintió desprotegida y aterrada. Pensó que sería una buena idea gritar pero quien lo oiría. Estaba rodeada por muchos cadáveres, demasiado para que quedara alguien vivo en aquel lugar aparte de ellos dos. Eso si no caía en el hecho que su enorme mansión estaba separada del pueblo más cercano por algunos acres de tierra.

Un olor a quemado llegó hacia ella y en medio de sus ojos bañados en lágrimas divisó una pequeña fogata con ganchos de hierro que se calentaban al rojo vivo. El hombre volvió a ponerse sobre su cuerpo y se sentó en su estómago con las piernas a cada lado de su cintura. Esta vez examinó, otra vez, su piel con fascinación y lujuria en partes iguales.

Estiró uno de los brazos agarrando uno de los ganchos y lo pasó frente a su rostro admirando el rojo vivo del metal.

-Hermoso ¿verdad?- le preguntó a Jade sabiendo que no tendría respuesta- Solo dolerá al principio, después encontraras placer incluso en la locura del dolor-

El pánico se intensificó en la joven que intentó liberarse para solo causarse más daño en sus articulaciones.

Su garganta que hasta ahora no había dejado salir un sonido, se desgarró con un grito cuando el metal caliente tocó su piel marcando así, de por vida.

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