Mientras desayunaban, los hermanos la miraban como si pensaran que iba a desaparecer, y entonces la realidad de lo que les rodeaba rompió su burbuja de amor. El imbécil que la quería muerta seguía ahí fuera.
—Morgan, cariño. Hoy te enseñaré a disparar. —Dijo Andrew—
— ¿Por qué?